LOS HERMANOS AYALA, ARTIFICES DEL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SANTIAGO DE JUMILLA, NATURALES DE LA CIUDAD DE VITORIA
LOS HERMANOS AYALA, ARTIFICES DEL RETABLO MAYOR DE LA IGLESIA DE SANTIAGO DE JUMILLA, NATURALES DE LA CIUDAD DE VITORIA
Por
Alfonso Antolí Fernández
Licenciado
en Historia Medieval
A mi gran amigo, D. Valentín Guardiola Muñoz, jumillano egregio, que
tanto luchó por restaurar el retablo de Santiago de Jumilla
INTRODUCCIÓN
En el año 2000 publique un libro sobre la iglesia de
Santiago de Jumilla, en el cual ponía especial énfasis en documentar a los
diversos artífices que a lo largo de los siglos (XV-XIX), habían labrado sus
piedras y levantado tan señero monumento de proporciones catedralicias. Como
escribí en su momento, no soy historiador del arte, y la obra debía juzgarse
por el esfuerzo archivístico que la sustentaba tras el rastro de los contratos
que se habían suscrito entre la iglesia de Santiago y los diferentes
profesionales de todas las ramas de la construcción y artes plásticas que
habían trabajado en ella.
El trabajo archivístico fue mayúsculo, pues revise más de
doscientos legajos de protocolos notariales en busca de tan preciados
contratos. Ahora bien, estos protocolos notariales que se custodian en Yecla,
son de los escribanos de Jumilla, y recogen, como es lógico, los contratos que
se firmaban ante ellos en Jumilla. Ocurre, sin embargo, que muchos de estos
contratos se firmaban en Murcia y están protocolizados y custodiados allí. Y si
el trabajo con los protocolos notariales de Jumilla era ingente, se podía
llevar a cabo a base de pasión, tenacidad y amor por el trabajo de archivo. En
Murcia, esto es imposible, pues los fondos notariales son casi infinitos. La
única opción que le queda al historiador es tornarse minero, excavar, aquí un
sondeo, allí una cata en busca del
preciado documento. Revisar un escribano o un año en particular, en base a una
pista o a la mera intuición.
Y aunque parezca increíble los resultados son
espectaculares, y un documento te lleva a otros. Y así, surgen a la luz
escultores, pintores, plateros, bordadores, etc., que trabajaron para la
iglesia de Santiago, y cuyas obras todavía se conservan en buen número.
Y de esta guisa, documentando a los plateros que crean el
maravilloso cáliz-custodia de nuestra iglesia, vi casualmente las cartas
dotales de la mujer del escultor Juan de Ayala, que venía a aclarar el lugar de
nacimiento de los hermanos Ayala, extremo este que siempre ha despertado la
curiosidad de los amantes de la historia del arte en Murcia.
Y se da la coincidencia de que hace tiempo que estoy
trabajando en el retablo mayor de la iglesia de Santiago de Jumilla, al que
dedique en mi libro antes citado un amplio capítulo, aunque consciente de sus
límites siempre tuve el anhelo de mejorar su conocimiento.
Por lo tanto aprovecho esta ocasión para actualizar con
nuevos documentos y nuevas noticias la historia de esta joya artística que
encierra el maravilloso estuche que es la iglesia de Santiago, y de paso
aportar nueva luz sobre el origen de los hermanos Ayala, sus autores. Eso, si,
me detengo en su escultura. Su policromado, y los pintores que lo ejecutaron,
los mejores de Murcia, lo dejo para otro momento.
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Alrededor de 1560 desaparece del panorama artístico murciano
toda una generación de artistas que había llegado a su culmen con la figura del
cántabro Jerónimo Quijano. El hueco que estos escultores renacentistas dejarían
va a ser cubierto por los hermanos Ayala y su retablo de Santiago en Jumilla.
El retablo de Santiago es el más poderoso y valido ejemplo
de las últimas décadas del siglo XVI en Murcia, en cuanto a aportación de
nuestra tierra al arte español. Fue el canto de cisne del retablo del siglo
XVI, el más monumental e importante de los erigidos en el antiguo reino de
Murcia. Levantado sobre un podio de mensulones que sirve de asiento a una
predela de relieves con putti tenantes, el retablo está constituido por tres
cuerpos con sus equivalentes calles cada uno y cuatro entrecalles. En cada uno
de tales cuerpos, relieves con la vida de Santiago alternan con esculturas
exentas dispuestas en las entrecalles, mostrando aquellos los episodios
acaecidos desde los instantes de su martirio hasta el milagroso hallazgo de su
cuerpo en Compostela. La calle central aloja la estatua ecuestre del titular,
un relieve de la Asunción y el calvario en el coronamiento.
Tensión, turgencia y movimiento. Ímpetu de los atlantes del
retablo de Jumilla, la corporeidad de los santos de las entrecalles, la vistosidad
de las policromías, llaman poderosamente nuestra atención y clavan nuestra
mirada en tan poderosa máquina. (1)
El verdadero valor del taller de los hermanos Ayala reside
en su papel de continuadores bajo esquemas ya plenamente manieristas de los ideales
alcanzados por los maestros
renacentistas de la generación anterior. Este valor de puente entre los
logros del Renacimiento y los albores de un barroco que no sería pleno hasta el
último tercio del siglo XVII, quedo plenamente cubierto por los Ayala. A ellos
se debe la introducción de elementos que resultarían imprescindibles en los
retablos locales, como la columna torsa o entorchada, la sucesión de frontones
curvos y triangulares, la utilización de grandes aletones en los cornisamientos
superiores y el valor de determinados signos ornamentales.
En suma, estamos ante un retablo de tipo romanista cuyo
origen es castellano, y arranca de dos grandes retablos: Astorga y Briviesca.
El primero de ellos es contratado por Gaspar Becerra en 1558. El eco de estos
dos grandes retablos va a ser grande en la zona de Burgos, País Vasco, Navarra
y Rioja, área donde se desarrollara de manera esplendida la retablística
romanística durante el periodo 1570-1600. (2)
El retablo romanista se inspira en la arquitectura miguelangelesca
y más concretamente en las tumbas de los Medicis. Becerra aporta un nuevo tipo
de columna para lograr un efecto de riqueza. Para ello las columnas deberían
estar revestidas de follamen. La expresión nueva sustituye a otra anterior a la
romana o del romano que alude como es sabido al grutesco. El follamen está
formado por unos amplios tallos que se entrecruzan. En su conjunto es una
decoración más cuajada, de más complejo entramado que el grutesco y que combina
un número más reducido de motivos ornamentales con predominio de lo vegetal.
Si el retablo jumillano aún queda vinculado a sus modelos
renacentistas, el retablo de Yecla marco el inicio para el retablo murciano del
siglo XVII. (3) Todo el agrupamiento de calles y niveles de la obra de Jumilla
dio paso a una claridad compositiva más pausada en que la prevalencia de los
elementos clasicistas y la idea reguladora de la arquitectura fue total frente
a la solución tectónica más viva y movida, más ágil y dinámica del retablo de
Santiago en Jumilla.
Los hermanos Ayala siempre han merecido el interés e estudio
de cuantos eruditos se han acercado a la historia del arte en Murcia. Ya, en
tiempos de la Ilustración, Ceán Bermudez en su obra, Diccionario de los más ilustres
profesores de las Bellas Artes en España, Madrid, 1800, dedica un asiento a Francisco. AYALA (Fco. De), escultor y vecino de Murcia. Estudio en
Toledo con Pedro Martínez de Castañeda. Restituido a Murcia, fue allí muy
estimado de todos, desempeñando las principales obras de aquel reino.
D. Albano Martínez junto a otros eruditos jumillanos en la Continuación
de la Historia de Jumilla del canónigo Lozano , Jumilla, 1896, emparenta
nuestro retablo con el de la capilla mayor de la catedral de Burgos, y por un
simple parecido en los nombres especula con que sean los mismos artífices: La
Haya y Ayala. Un disparate, y no el único de este libro curioso, que junto a
análisis agudísimos y noticias muy interesantes, nos da noticias y relata
hechos que provocan hilaridad.
D. Andrés Baquero Almansa los cita pero se limita a seguir a
Ceán casi textualmente sin aportar noticias nuevas.(4)E l medico e investigador
D. José C. López Jiménez le dedicó su atención, y él si nos da referencias bien
documentadas sobre estos escultores. (5)
Mucho antes, D. Manuel González Simancas en el Catalogo
Monumental de España, Provincia de Murcia, t. II, años 1905-1907 ,
Instituto Diego de Velázquez CSIC, le dedica su atención. Y aunque nada nuevo
dice sobre sus autores, si aclara su iconografía, diciéndonos que la imagen que
ocupaba el lugar a la izquierda de nuestra señora de la Asunción era san
Agustín, y la última imagen de la derecha de este cuerpo era santa Florentina.
Además nos aclara que los dos escudos que aparecen allí son los del obispo de
Cartagena, don Gerónimo Manrique, y el de los marqueses de Villena. Estos
extremos eran difíciles de comprobar en las fotos antiguas que se conservan.
Sánchez Moreno en La escultura de los siglos XVI y XVII en
Murcia, Arte español, Madrid, 1945, no aporta nada nuevo sobre los
escultores, y si nos dice que el tabernáculo fue donado en tiempos modernos a
la iglesia de Albatana, aneja a la de Santiago de Jumilla.
D. Alfonso Pérez Sánchez, que fue en tiempos director del
museo del Prado, en su obra Murcia, Tierras de España, Madrid, 1976, nos dice sobre los Ayala, se les
ha supuesto murcianos de nacimiento, pero lo más probable es que fueran
toledanos, pues en Toledo se les dice formados con Pedro Martínez de Castañeda,
y toledano es enteramente su estilo, análogo a cuanto se hacía en la ciudad
imperial bajo la influencia de Berruguete y de Giraldo de Merlo.
Figura 1. Retablo Mayor de la Iglesia de Santiago. Foto: Juan Martínez
Es evidente que Ceán suponía ser Ayala natural de Murcia o habitante en ella desde su infancia. Más adelante, en el artículo que dedica a Martínez de Castañeda, el insigne erudito insiste en el asunto del aprendizaje. Este artífice toledano ejecutaba en 1565 el retablo de san Juan Bautista en la catedral de Toledo. Lo más fácil sería suponer que Francisco de Ayala estuviera en Toledo ayudando a Martínez de Castañeda en la realización de dicho retablo de la capilla de san Juan; sin embargo es algo que queda totalmente descartado puesto que por estas fechas Francisco estaba en Murcia, y acaba en la cárcel por una relación adúltera.
Para salir de este apuro hubo que compensar con algunos
ducados al desgraciado marido, y en el documento que se formalizo para ello,
que el escribano con evidente sorna llama perdón de cuernos, (11-I-1565), se
dice que Francisco es estante en Murcia, no vecino de la ciudad, lo cual
muestra que era un recién llegado, un joven calavera que se había lanzado de
cabeza a la vida alegre sin medir las consecuencias de sus actos.
Y lo más probable es que Francisco ya llevara cierto tiempo
en Murcia. Cabe suponer que esta relación ilícita no sería lo primero que haría
al llegar a Murcia, lo cual nos hace pensar que en 1564 ya residía en nuestra
ciudad. De hecho el marido agraviado nos dice que la denuncia la había
presentado el 29 de diciembre, y el perdón de cuernos se fecha el 11-Enero-1565.
Y de su lectura parece desprenderse que no había sido un hecho puntual sino más
bien una relación estable. Digo que por
quanto en veinte e nueve días del mes de diciembre pasado yo querelle a la
justicia de esta cibdad de Catalina Sanchez mi mujer legitima e de Francisco de Ayala,
entallador, estante en esta cibdad sobre razón que la dicha mi mujer cometia
adulterio con el dicho Francisco de Ayala e sobre ello los tengo presos en la
cárcel publica desta cibdad.
Al año siguiente se casa con Luisa Campoy, lo que indica su
intención de establecerse en Murcia y labrarse aquí una carrera profesional.
Estos matrimonios inmediatos a su llegada a Murcia los vemos en otros
profesionales de las bellas artes, Artus Tizón casa en Murcia a poco de su
llegada con Francisca de Amador; otro pintor que tendría una larga carrera en
nuestras tierras, el valenciano Jerónimo de Córdoba se casa nada más llegar a
Murcia con María de Estrada, y en la carta de dote que libra su padre, Gaspar
de Estrada, se le llama al pintor, vecino
de la ciudad de Valencia, abitante en esta dicha ciudad. (6)
El pintor e investigador Muñoz Barberán es quien mejor
ha estudiado a los hermanos Ayala en su
devenir murciano (7), pero no llega a documentar su ciudad de origen, y el caso
es que estuvo muy cerca. Nos habla de los contratos que se firman para el casamiento
de Francisco, cita el testamento del tercer hermano, Juan, que ya se conocía
gracias a D. José C. López Jiménez (Archivo de Arte valenciano, año 1962), pero
pasa por alto la carta de dote de Juan con Juana de Garibay. Y nos consta que
repaso ese protocolo (escribano Pedro
Artiaga, año 1574), pues nos da información precisa sobre el otro hermano ,
Diego, que se haya allí protocolizada. Es cierto que el encabezamiento de este
documento está muy borroso, y es muy fácil pasar de largo, pensando que es una
carta de dote más, dada la abundancia de este tipo documental.
Y es allí, en esta carta de dote , fechada en Murcia el 20
de febrero de 1574, donde se encuentra la prueba irrefutable del origen de los
hermanos Ayala. El escribano así lo precisa, Juan de Ayala, entallador, vecino de la dicha cibdad, natural de la
cibdad de Vitoria. A continuación hace lo mismo con la novia, Juana de Garibay, natural ansi mesmo de la
dicha cibdad de Vitoria.
La carta de dote nos da otra información muy interesante, es
Juan García de Campoy, el suegro de Francisco de Ayala quien la libra, y la
razón nos la da él mismo, e porque vos
la suso dicha sois debda muy propinqua de Maria de Zamudio, mi mujer, e porque
aveis estado algunos días en nuestra casa e nos aveis fecho buena compañía. María de Zamudio era su segunda esposa, y
Francisco se había casado con una hija de la primera. Es decir, parece una pariente pobre, es posible que huérfana, que
acaba de llegar a Murcia buscando el amparo de un familiar muy próximo, quizá
una tía. La dote es modesta, se trata de una ajuar, pero suficiente para
casarse con alguien próximo vinculado a su familia, y además paisano, con lo
que eso suponía en aquella época de particularismos regionales muy acusados.
Por lo tanto, no cabe ninguna duda acerca del origen de los
hermanos Ayala, la ciudad de Vitoria. Y no cabe decir que no había indicios que
apuntaban en esa dirección, pues los hay múltiples, pero da la impresión que
los historiadores murcianos hubiesen albergado la esperanza de encontrar
huellas murcianas en estos escultores. Era conocida la mujer de Juan, y su
naturaleza, vizcaína, pues es conocido su testamento fechado poco después de su
matrimonio, y que nos dice que su mujer está embarazada. Años antes, en 1567,
Francisco Chavarria, piedrapiquero, natural de Vitoria, pone a servicio y
aprendizaje a su hijo del mismo nombre de 14 años, con Francisco, escultor
imaginario, por tiempo de seis años, para que le avece en su arte. Si lo
pensamos bien, nada más lógico que colocar a tu hijo en el taller de un
paisano, y que este lo acogiese. Y no podemos olvidar la especial relación de
los Ayala con el jesuita Domingo Beltrán, también, natural de Vitoria.
En favor de su origen
murciano hay que decir que es cierto que el apellido Ayala estaba muy extendido
en Murcia, e incluso que en estos mismos años había vecinos de Murcia que se
llamaban exactamente igual que los Ayala, naturales de Vitoria, y por tanto
indistinguibles unos de otros si el escribano no adjetivase a estos con el
título de entalladores o escultores imaginarios. Incluso en Jumilla, en los
años que se estaba levantando el retablo de Santiago, documentamos a un Francisco
Ayala, natural de Murcia, tratante de vinos, comprando una importante cantidad
del ya preciado vino jumillano en aquella época para el mercado murciano. Si en
el contrato no se especificase que este Francisco Ayala no sabía firmar, nos
quedaríamos con la duda si era el escultor del mismo nombre, pues conocemos la
afición de este por implicarse en negocios variopintos y actividades por
completo ajenas a su arte.
Figura 2. Virgen de la asunción en el Retablo mayor de la Iglesia de Santiago. Foto: Juan Martínez
Y por supuesto, está el taller que los Ayala tenían en la ciudad de Vitoria que llena todo el siglo XVI y primer tercio del siglo XVII. Los historiadores de arte vasco numeran a los Ayala para distinguirlos, pues siempre usan los mismos nombres propios, idénticos a los que bajan a tierras murcianas: Francisco, Diego y Juan. Así, el taller lo funda Juan de Ayala I, el viejo, entallador y pintor (1474-c, 1540), le sucede su hijo Juan de Ayala II, y culmina con Pedro de Ayala, (1569-1646) hijo de Francisco de Ayala II, y nieto de juan de Ayala II. Con él se da una evolución desde el romanismo avanzado al realismo barroco. También nos hablan de la existencia de un Francisco de Ayala I y de Diego de Ayala I, hijos del fundador del taller, Juan, el viejo. (8)
Por tanto, basta con
atender a la edad de los Ayala que trabajan en Murcia, y al lógico paso de las
generaciones para deducir que eran hijos de uno de estos dos, y nietos de Juan
de Ayala I, el viejo. Cuando su tío, Juan de Ayala II, se hace cargo del taller
familiar, ellos debieron pensar que su futuro profesional estaba mucho más al
sur. Por cierto, el único retablo conservado de este taller es el de los Reyes
en la parroquia de san Pedro en la ciudad de Vitoria, ejecutado Por Juan de
Ayala II en 1565, con decoración propia del Manierismo fantástico. Y ese es el
año en que encontramos a nuestro Francisco Ayala en Murcia, sin duda alguna, en
Vitoria no debía haber sitio para él y sus hermanos, con su tío y su primo,
Francisco de Ayala II al frente del taller familiar.
A pesar de todo, no termina de convencernos el cuadro
general arriba trazado. Isabel de Peñaranda, la mujer de Diego, en su
testamento nos dice que su suegro se llamaba Juan de Ayala. Y es difícil situar
a este Juan en el frondoso árbol de los Ayala en Vitoria, pues no puede ser
Juan de Ayala II, que estaba al frente del taller, cuando nuestros escultores
se establecen en Murcia, ya que este tenía un hijo, Francisco de Ayala II,
perfectamente documentado en Vitoria, y que evidentemente no es el Francisco de
Ayala, escultor en Murcia.
Es posible que nuestros Ayala procedan de alguna rama
ilegitima del fundador del taller, Juan de Ayala el viejo, y este explique su
alejamiento de Vitoria. Si nos llama la atención su situación material cuando
se establecen en Murcia que parece ser muy precaria. Isabel de Peñaranda en su
testamento nos dice, Otrosi declaro que
el dicho Diego de Ayala no traxo bienes ningunos. Y se da el caso de que
Isabel era hija ilegítima, ni en su testamento da el nombre de su madre, Otrosi mando por mi anima y por las animas
del dicho Diego de Ayala mi marido y de Luis de Peñaranda, mi padre e madre y
de Juan de Ayala y de su mujer, mis suegros, se digan treze misas rezadas en la
dicha iglesia de nuestra señora del Rosario de las que dizen de san Amador.
(9)
Isabel pleitearía con los herederos de su padre y
conseguiría que su viuda Inés Riquelme le abonase en concepto de alimentos 500
ducados en 1574, que era una cantidad de cierta importancia. Allí se dice que
Isabel era hija de Luis de Peñaranda y de mujer doncella.
En cuanto a su carrera profesional en tierras murcianas no
es nuestra intención repetir todas las noticias y datos aportados por C. López
Jiménez y Muñoz Barberán. Tan solo indicar que al poco de su llegada, en 1566,
se asocian con el pintor Alonso de Monreal para realizar retablos en blanco y
los diversos lienzos que los completarían, esta asociación sería muy fructífera
y larga. (10) Y también, señalar que en los últimos años se ha destacado la
activa labor de Francisco en tierras alicantinas: Elche y Orihuela. (11) En
la sacristía de la basílica de Santa María
de Elche se custodia un Santísimo Cristo de la Reconciliación atribuido a
Francisco de gran similitud formal con la imagen del Crucificado que corona el
retablo de Santiago de Jumilla.
Si, en cambio, daré unas cuantas notas acerca de su
trayectoria vital en nuestra región, y el grado de bienestar material que
alcanzaron los hermanos Ayala, pues en cuanto a su prestigio profesional no hay
duda que lo disfrutaron plenamente durante su vida.
Empiezo con Francisco, que parece el más inquieto. Aun
olvidando la travesura que protagoniza recién llegado a Murcia con una mujer
casada, y que le cuesta conocer la cárcel pública de Murcia, casi aparece más
en los documentos por sus negocios mundanos que por sus obras artísticas,
compra y ventas de esclavos, casas, hoja de morera, mercaderías, deudas con
mucha gente, etc., que en un momento dado parece arrastrar a su mujer tras él,
pues en 1574 el matrimonio da un poder para acudir a la Real Chancillería de
Granada o a donde su mujer fuera conminada.
Y así fue toda su vida. En 1583, el pintor Alonso de
Monreal, su socio en tantos proyectos, testa, hace mención de él por las deudas
que aún no había saldado de sus trabajos en común. Y al final de su vida, en el
mes de diciembre de 1592, unos días antes de su muerte, lo documentamos en
Murcia comprando tejidos de calidad a un
mercader, él se declara morador en Jumilla, pues aún no había concluido el
retablo de Santiago, y aunque el escribano que redacta el contrato lo llama
entallador y arquitecto, resulta que es un hombre sin crédito alguno, que debe
presentar dos fiadores para poder llevarse el género, le an salido fiadores de quinientos reales que a sacado de
mercadurías de la tienda de Diego Hurtado, mercader.
Y el mismo día,
(11-XII) tiene que otorgar otra escritura muy extensa dando a sus fiadores
todas las garantías posibles, por si acaso él no cumpliese el compromiso de
pago a unos meses vista, y el mercader actuase contra ellos. Y yo el dicho Francisco de Ayala ipoteco
por ipoteca empeño especial cien ducados en reales que me debe la iglesia de la
villa de Jumilla.
En estos años en los cuales se concluía el retablo de
Santiago de Jumilla, sus vecinos acuden con mucha frecuencia a Murcia a comprar
tejidos de calidad, y nos resulta muy fácil documentar estas compras. Y el
contraste con los problemas de crédito de Francisco Ayala no puede ser más
llamativo, pues allí donde el afamado escultor necesitaba fiadores e hipotecas,
los jumillanos hacían sus compras con comodidad a pagar generalmente seis meses
después. Si el comprador era un hombre joven daba el nombre de su padre o de su
suegro, y el mercader le fiaba el género. Un caso, al azar, Pedro Cutillas,
yerno de juan Abarca, mercaderías por valor de 1.080 reales, que era una
cantidad importante (15-IX-1594), sin problema alguno. Francisco, por un
importe de 500 reales, dos fiadores, e hipotecas especiales.
Nos llama la atención la compra de Francisco: tafetán negro,
paño veinteidoceno fino, un manto, terciopelo verde, para un hombre de edad
avanzada y que estaba trabajando de forma permanente en Jumilla. Y la
explicación que se me ocurre es que los comprara para revenderlos en Jumilla,
pues el año anterior lo veo en otra compra similar junto a dos vecinos de
Jumilla. Moriría a los pocos días, y sin duda alguna de forma súbita y
fulminante, pues nadie se pone a comprar paños si se encuentra gravemente
enfermo. Estos son los últimos documentos que conozco sobre Francisco
(11-XII-1592). (12)
Aun así, parece ser que tenía un cierto patrimonio que
heredaría su hija Jusepa casada con el escultor granadino Cristóbal de Salazar,
aunque eso sí, hipotecado. En 1592 (18-VI) traspasa al convento de Santo
Domingo 16 ducados que le debía un inquilino como parte del pago atrasado de un
censo que estaba cargado sobre esa casa a favor de ese convento. (13)
Diego parece un hombre más formal y ordenado, y aun así la
sensación que nos queda al leer su testamento y de su mujer, Isabel, es la de
estar ante una economía modesta. Solo tienen una hija, y viven de alquiler en
el arrabal de santo Domingo, y después en la colación de San Antolín. Diego muere en 1589 (1-VI) y
su mujer en el mes de enero 1592, y en este breve espacio de tiempo vemos como
se derrumba una economía familiar. (14)
Diego encarga las misas normales para cumplir con su alma y
las de sus familiares próximos, para las del purgatorio, da una ofrenda a la
iglesia del Rosario donde va a ser enterrado, toma una bula de difuntos,
acompañen su cuerpo doce clérigos con doce hachas, y la cofradía de san
Bartolomé, a la cual pertenece, etc. Todo normal para una persona con una
economía saneada. Algunas personas le deben dinero, y pone especial énfasis en
aclarar que la cuarta parte de la mina de azufre que su Majestad le había hecho
merced al pintor Francisco de Monreal es suya y de su hermano Francisco.
Dos años y medio más tarde la economía familiar se ha
desmoronado, han dejado la casa del arrabal de santo Domingo debiendo el
alquiler de dos años, 10 ducados, y el nuevo casero en san Antolín les ha
exigido que dejen en prenda valiosos vestidos. Todo ello nos no dice la viuda
Isabel de Peñaranda al dictar su testamento (1-I-1592), ya debía el alquiler de
un año, tres ducados, y aquí lo que más impresiona es la omisión de las mandas
religiosas y piadosas que eran en la práctica casi obligatorias dados los
valores y la ideología católica dominantes en aquella sociedad. Por mi parte he
estudiado estas cuestiones a fondo para el caso de Jumilla en mi libro Muerte
y religiosidad popular en Jumilla en la época de los Austrias (siglos XVI-XVII),
y no he visto un testamento similar. La mujer más modesta de Jumilla se
encontraba en mejores condiciones que la viuda de Diego de Ayala para disponer
estas cargas religiosas.
Por estas fechas documentamos un caso que nos puede servir
de contraste. Una joven, doncella, Magdalena Carrasco, vecina de Murcia, pero
natural de Jumilla, como ella dice orgullosa en su testamento, trabaja en
Murcia en una casa a servicio y soldada
como se decía en aquella época. Todos sus bienes cogen en un arca que tiene en
su habitación. Pues bien, manda que acompañen su cuerpo 12 clérigos con hachas
y dos cofradías, veinte misas rezadas por su alma y las de sus padres; otras
doce para las ánimas del purgatorio. Y tiene dos hermanos a quienes deja por
herederos, es decir estamos ante una joven muy pobre pero perfectamente
integrada en los valores culturales de aquella sociedad, y que detrae una parte
de su magro peculio para cumplir con sus deberes religiosos. (15)
Volviendo a Isabel,
la viuda de Diego Ayala, vemos que las deudas familiares eran muy importantes,
pues Isabel, una vez viuda, había hipotecado varias propiedades, y no había
sido capaz de satisfacer los intereses correspondientes a estos censos,
pensiones corridas, se les llama en los documentos. Por otro lado, su marido
Diego, igual que sus colegas de profesión: escultores, pintores, plateros,
etc., se dedicaba a la compra y venta de hoja de morera. Era un negocio modesto
con el que suplían las carencias de su profesión, y ahora se encontraba con
deudas de esta actividad. Diego, incluso arrendaba bancales de moreras, y se
debía la renta de varios años.
Isabel de Peñaranda parece haber intentado salvar el
patrimonio que había recibido tras pleitear con los herederos de su padre,
recordemos que era hija ilegítima, para su hija. Poco después de su muerte, su
albacea testamentario vende en almoneda publica en la plaza del mercado de
Murcia (30-I-1592) a voz de pregonero una serie de objetos del hogar: sabanas,
colchones, etc., y logra recoger cerca de 4000 maravedís para hacer frente a
las mínimas cargas religiosas que había dispuesto Isabel, unas pocas misas por
su alma y las de sus padres y suegros.
Y por último, la situación de Juan parece la peor de los
tres, de hecho es el más gris de los hermanos. Si no fuese por el doctor López Jiménez que dio a conocer su
testamento de 1575, aunque luego no falleciese y tuviese una vida muy larga,
desconoceríamos su existencia. Cuando su cuñada Isabel de Peñaranda dicta su
testamento es llamado para que actúe como testigo, y el escribano lo llama
entallador, lo que prueba que se mostraba activo en su oficio. También se
encuentra un mes más tarde en la almoneda que se practica para obtener un poco
de dinero para pagar los gastos del entierro de su cuñada. Es posible que se
ocupase del taller en Murcia, en la sombra, mientras que sus hermanos firmaban
los contratos y se desplazaban a los lugares de ejecución.
Es muy posible que a la muerte de estos se quedase
descolocado profesionalmente y que lo pasase muy mal, siendo además persona de
una edad muy avanzada para la época. Hay
un Juan de Ayala, torcedor de seda, que aparece en la documentación con
frecuencia a partir de 1593, pero yo no
me atrevo a decir que es la misma persona aunque la firma de ambos es idéntica.
Un grafólogo estoy seguro que diría que es la misma firma y ambos la misma
persona, pero un historiador necesita una prueba más concluyente.
El torcido de la seda es la operación intermedia entre el
hilado y el tejido. El oficio artesanal de torcedor era uno de los mejores
considerados y más importantes de todos los relacionados con el arte de la
seda. No es descabellado pensar que un escultor de segundo orden, como era
Juan, sin el apoyo de sus hermanos no encontrase encargos, máxime cuando esta
última década del siglo XVI se muestra en Murcia con una economía contractiva,
que provoca que solo surjan pequeños trabajos. En estos años finales del siglo,
el escultor más activo es Juan Pérez de Arta.
La última vez que lo documento como Juan de Ayala, entallador, es en la almoneda que se practica por el albacea de su cuñada. En 1598 aún vivía y pone a una hija suya de 12 años de edad, de nombre Jerónima, a servicio y soldada con Patricio de Arroniz por un plazo de seis años, lo cual nos indica que su situación debía de ser muy apurada. En 1604, Cristóbal de Salazar se interesa por esta muchacha, que era prima hermana de su mujer.
Si comparamos a los hermanos Ayala con otros artífices
coetáneos, lo pintores Alonso de Monreal y Jerónimo de Córdoba, con quienes
tantos proyectos habían ejecutado, da la sensación de que estos estaban en
mucha mejor situación económica, con una vida mucha más cómoda. No sé si es
casualidad o que la profesión de pintor tenía una mejor expectativa profesional
en cuanto a número de encargos o retribución de los mismos. Jerónimo de Córdoba
que llega a Murcia un poco antes que los Ayala a labrarse una carrera, y que se
conforma con una dote modesta, unos 90 ducados cuando contrae matrimonio, ahora
en 1589 casa a su hija Marina de Córdoba con Pedro Monte, maestro mayor de las
obras del obispado. Un hombre maduro, viudo, que tenían un hijo que era
licenciado. Y le puede dar casi 900 ducados de dote, que era una autentica
fortuna. En 1596 había vendido a don Luis Pacheco Arroniz, capellán de S.M. un
contrato de censo por valor de 1600 reales que rentaba unos cuatro mil maravedís
al año. Son operaciones importantes, negocios de envergadura, en nada
comparables a los pequeños negocios de compra y venta de hoja de morera, por
unos pocos ducados, a los que tan aficionados eran los Ayala.
Otro artista, coetáneo de los hermanos Ayala, era el platero Francisco Ortiz, autor
del maravilloso caliza custodia de la iglesia de Santiago de jumilla, año 1574,
en asociación con otro platero, Miguel de Vera. Pues bien, allí donde los Ayala
al contraer matrimonio no eran capaces de aportar bienes algunos, Ortiz los
aporta por valor de más de medio millón de maravedís, una autentica fortuna
para un profesional de las bellas artes.
Si dejamos a un lado la vida privada de esta familia de
escultores, y nos centramos en su obra principal: el retablo de Santiago de
Jumilla, unas cuantas notas podemos aportar en aras a un mejor conocimiento de
su obra, las parte que corresponde a cada hermano, las diferencias que surgen
entre ellos, y la obra inconclusa que finalizaría el escultor granadino,
Cristóbal de Salazar, yerno de Francisco. (16)
Es conveniente recordar que el primitivo contrato se firma
en Murcia en 1582 con el Provisor del obispado, y que otros contratos complementarios
y aclaratorios se suscribirían en Jumilla ese mismo año y el siguiente, 1583.
Sin embargo, no sabemos exactamente cuándo empieza la talla de sus figuras; si
en cambio, gracias al testamento de Diego (Lorca, 1-VI-1589), que este había
terminado su parte que venía claramente especificada en el contrato que los dos
hermanos habían suscrito en Jumilla en 1583, publicado por Ceán Bermúdez.
Francisco, por el contrario, no, nos dice su hermano Diego, el cual no ha cumplido con lo que era de su
parte ni a acudido a los plazos y tiempos. Por ello, Diego, en su
testamento ordena que se haga cargo de su ejecución, su hermano mayor, Juan, y
su mujer, Isabel, pagando oficiales y partiéndose las ganancias.
No he conseguido documentar a Diego en Jumilla, ni en
fuentes murcianas, ni en los protocolos jumillanos. Lo veo en Murcia en la
primavera de 1584 haciendo el tipo de negocios a los que estaban acostumbrados
los artífices murcianos. La compraventa de hoja de morera, y que nos da una
idea de la economía modesta de estos artistas que hoy admiramos tanto. Son
negocios modestísimos, en uno le compra a un platero la hoja de siete árboles,
y le paga 8,5 ducados por ello, traspasándole la deuda que otro platero tenía
con él. En otra operación compra la hoja de un bancal por precio de 20 ducados.
La profesión de escultor no debía bastar para llevar una vida cómoda.
Y a partir de esta fecha, silencio absoluto sobre Diego en
las fuentes documentales. Sin duda alguna, debía estar trabajando
exclusivamente en el retablo de Santiago de Jumilla, pues se trata de un
espacio colosal, 12 metros de altura y 10 de ancho, con infinidad de tallas,
relieves y tableros. Diego se muestra en su testamento muy enojado con
Francisco, mas su manda acerca del traspaso de la obra a su otro hermano, Juan,
no sería cumplido, y enseguida encontramos a Francisco en Jumilla. En 1590 esta
allí, y se declara estante en Jumilla en un poder notarial que firma a favor de
Juan de Tolosa (25-VI). Al año siguiente (26-VIII-1591) le documentamos de
nuevo en Jumilla, y sigue diciendo ser estante en Jumilla. En 1592 sigue aquí,
y muy absorto en su trabajo, pues traspasa a Juan Ortiz, pintor, la obra que quedaba por hacer de un retablo
que tengo fecho para la iglesia de la villa de Lorqui (19-VI).
Y por último lo documentamos en el mes de diciembre de 1592
(11-XII), en una escrituras donde se declara morador en Jumilla, termino este
que da a entender una larga estancia allí, concentrado en la parte que a él le
correspondía: esculturas de la calle central, tableros del pedestal, y
sagrario, sobre todo. La más importante, que justificaba que se le asignase las
dos terceras partes del importe de la obra.
Debió morir de forma súbita pocos días después de suscribir
estos documentos, pues a finales del mes su yerno se hacía cargo de la obra que
restaba para concluir el retablo. Y aquí podemos conjeturar que Cristóbal de
Salazar realiza el relieve de Santiago beligerante, ya que todos los
historiadores del arte que se han acercado a nuestro retablo han coincidido en
señalar la menor calidad escultórica de este conjunto, que resulta un tanto
desmañado en su ejecución. Incluso se da el caso de que su policromía es de
mucha menor calidad que el resto del retablo; peor calidad de pigmentos y una
paleta de tonos más brusca, debe ser obra de Polo, el pintor que sustituye a
Jerónimo de Córdoba tras su muerte en Jumilla.
La impresión que nos queda en función de la documentación
conocida es que Francisco trabajo intensamente en Jumilla durante estos tres
años: 1590, 1591 y 1592. Y parece moverse poco de allí, acabamos de ver como
traspasa la parte que faltaba para finalizar un retablo en Lorquí. Y dos años
antes, en 1590, (25-VI) da un poder notarial muy amplio en Jumilla a Juan de
Tolosa, un francés que se declara estante en Jumilla, pero que no es vecino de
Murcia, pues unos días más tarde, usando ese poder para alquilar una casa de
Francisco en la colación de san Lorenzo en Murcia, se declara estante en
Murcia. Debía de ser una persona de especial confianza del escultor, pues,
repito, el poder notarial daba amplísimas facultades a Juan de Tolosa. La casa
se alquilaba (28-VI-1590) por 14 ducados a año, ocho a pagar en el instante de
la firma del contrato y los seis restantes en Navidad.
Sospecho que la iglesia de Santiago de Jumilla debió atar en
corto a Francisco, como se suele decir en lenguaje coloquial, conociendo el
historial de retrasos e incumplimientos que arrastraba tras de sí. En diciembre
de 1592, unos días antes de morir, Francisco declaraba que la iglesia de
Santiago le debía 100 ducados, aunque más adelante matiza esta afirmación, no
es exactamente que se le deban, sino que el mayordomo fabriquero de Santiago se
los retiene. Se me ocurre que le estaban pagando conforme finalizaba una
escultura o tablero. 100 ducados era lo que podía valer uno de ellos. Esta
cantidad para la fábrica de Santiago era insignificante mas para el escultor
era una pequeña fortuna. Además, la iglesia de Santiago era una magnifica
pagadora, aunque sus formas de pago eran un tanto toscas. Tenía por costumbre
pagar en especie, recogía los frutos diezmales, los tasaba, y se los entregaba
al escultor, que tenía entonces que proceder a su venta, lo cual solía
ocasionarle problemas y molestias.
Diego de Ayala en su testamento así lo declara, cuando
manifiesta que entrego a Juan Candela, vecino de Jumilla, 100 arrobas de vino
para que este las vendiese a medio ducado cada una, y este le debía el importe
de la venta. 50 ducados era el precio estimado de una efigie. En 1596, era
Cristóbal de Salazar, el yerno de Francisco, quien estaba vendiendo a juan
Cuadrado, regidor del concejo de Jumilla, un rebaño de cabras por un importe de
64 ducados, resto de la liquidación de la obra, que se había tasado en 1595.
Nos queda especular sobre el sagrario, si le dio tiempo a Francisco, o si quedo inconcluso, y es obra de su yerno Salazar. Me inclinó por esta segunda opción guiándome por su policromado, que se retrasara décadas. El sagrario fue desmontado a principios del siglo XIX y llevado a Albatana, en aquella época aneja a la iglesia de Santiago de Jumilla. Mas por descripciones antiguas parece que se adapta perfectamente al tipo de sagrario que imperaba en los retablos romanistas. Becerra había dotado al retablo de Astorga de un sagrario expositor con una estructura independiente del retablo propiamente dicho. Y la retablística romanista lo coloca en el centro del retablo ocupando un espacio saliente con respecto al mismo. El sagrario alcanza gran protagonismo tras el Concilio de Trento como forma de exaltación de la Eucaristía. Suele adoptar forma turriforme, parecida a la de las custodias procesionales, haciendo juego con su traza y decoración. El de Jumilla parece haber sido un fiel trasunto del sagrario de Astorga.
El sagrario de Jumilla tenía dos cuerpos y medía una vara de
alto, lo ornaban capiteles, frisos y pilastras. Me inclinó por atribuir su
factura a Salazar por su fecha de dorado, si el retablo se termina de
policromar en 1601, el sagrario se quedar con su talla original hasta 1635, en
que un pintor de segundo orden, Juan Ramón, vecino de Hellín, lo dora. Si
aceptamos que el relieve de Santiago es obra de Salazar por su deficiente
ejecución y peor dorado, el mismo razonamiento cabe para el sagrario, que fuese
el último elemento del retablo en concluirse, y en el tiempo de espera para su
pintura se dieron en Jumilla las terribles epidemias de los años 1603 y 1606
que diezman la población jumillana, que pasa de 600 vecinos a 300, y dislocan
por completo la estructuras económicas y sociales de la villa. Y esta sería la
causa de que el dorado del sagrario se retrasase treinta años.
CONCLUSION
Insistir una vez más en la adscripción a la retablistica
romanista del retablo de la iglesia de Santiago de Jumilla, y su evidente
parecido con el retablo de la catedral de Astorga. Este último, obra de Gaspar
de Becerra se ejecutó en un plazo de tiempo muy corto (1558-63), y para ello se
contrataron muchos oficiales, cuyo nombre no se conoce. Becerra era de
Valladolid, y cabe pensar que allí contratase a sus colaboradores. Pudo ser
esta una etapa del viaje de los hermanos Ayala hacia las tierras murcianas:
Valladolid, Astorga, Toledo, para terminar en Murcia hacia 1564. Bien pudiera
ser, mas es imposible asegurarlo.
Lo que sí es seguro es que aunque trabajasen en Astorga no
estaban en condiciones por su juventud de asimilar esta nueva plástica, que aún
tendría que madurar en Francisco, el más dotado de los hermanos. Y para ello,
es posible que la influencia de su paisano, el jesuita Domingo Beltrán, fuese
decisiva, pues se da la curiosa coincidencia de que este pasa dos largas etapas
en Murcia, una primera de 1570 a 1576, y otra de 1581 a 1584.
Domingo Beltrán , una personalidad un tanto enigmática, está
siendo valorado por la crítica histórica en las últimas décadas como uno de los
mejores escultores de la Corona de Castilla en la segunda mitad del siglo XVI.
En 1569 consigue permiso de su orden para viajar a Roma donde está cerca de un
año, y toma contacto con la obra de Miguel Ángel. De allí es enviado por los jesuitas a
Murcia a trabajar en el Colegio de la Compañía de Jesús. Su presencia en Murcia
resulto decisiva para dar un nuevo rumbo a la escultura por el Clasicismo
aprendido y la plenitud plástica de sus corpulentas figuras. Se percibe en su
plástica la introducción de un lenguaje heredado de Miguel Ángel que se patentiza
en la monumental corporeidad y en las evocaciones clásicas de sus rostros.
Y se da la coincidencia de que su segunda estancia en Murcia
(1581-1584) coincide con el momento que se firman los contratos de ejecución
del retablo de Santiago de Jumilla, que cuenta desde el primer momento con su
traza dibujada en pergamino, y a la cual se van sujetando todos los
profesionales que se van sucediendo en su talla. Y a la iglesia de Santiago de
Jumilla siempre le había gustado lo mejor, lo más novedoso, y podía pagarlo. La
cabecera renacentista de la iglesia diseñada por Quijano se había concluido
hacía más de veinte años, y desde entonces solo se había invertido una pequeña
parte de las rentas de la fábrica de la iglesia: un cáliz custodia obra de los
plateros Vera y Ortiz y una serie de ornamentos textiles por el bordador Julián
Gallego, más tres campanas fundidas en Murcia poniendo la iglesia el metal. La
arca de la iglesia estaba llena.
Cuando se firmaban estos contratos, en ocasiones lo hacía el
mayordomo fabriquero de la iglesia, y en otras, si eran extraordinarios, el
propio Provisor del obispado, como en esta ocasión. Pero eso no quiere decir
que no tuviese en cuenta el deseo del clero jumillano en cuanto a estilo, y
autores de la obra. Estos temas ya estaban claros y se habían debatido en
profundidad. Domingo Beltrán mantuvo un contacto estrecho con los hermanos
Ayala, pues eran paisanos. El tasa el Cristo Yacente de Diego de Ayala, y tenía
fama de ser un hombre muy culto, ameno conversador, con profundos
conocimientos. E intuyo que esta pudo ser la chispa inicial que prendió la
llama en que acabo convirtiéndose nuestro retablo.
El tablero del Prendimiento de Cristo, quizá lo mejor del retablo con su tipología hercúlea y de canón no alargado, con tensión y dramatismo contenido, encaja perfectamente con la plástica que el jesuita Domingo Beltrán había traído a Murcia.
NOTAS
(1) Belda Navarro, C., Arte en la región de Murcia: de la Reconquista a la Ilustración, Murcia, 2006, y Escultura en Murcia en la segunda mitad del siglo XVI. La transición al Barroco, en Archivo Hispalense, Num. 249, Sevilla, 1999
(2) García Gainza, M.C., El retablo romanista, Rev. Imafronte, Num. 3-5, año 1987-1989
(3) Delicado Martínez, F.J. El desaparecido retablo mayor de la iglesia vieja de la Asunción de Yecla, Archivo Arte Valenciano, año 2019. Delicado sigue a Muñoz Barberán y da la autoría a Francisco y Diego de Ayala, año 1566, cuando se firma un contrato para ello, que después no se materializo. El autor del retablo sería el escultor murciano Lorenzo de Medina. Escribano Cosme Ruiz, año 1589-1590, Prot. Not. Murcia. Prueba de ello está en los testamentos yeclanos que a partir de 1589 recogen mandas para su obra. Leonor Vicente, (18-VII-1589) deja 100 reales en depósito, y lo de quando el dicho retablo se vaya haciendo porquesta es mi voluntad. Hay otros ejemplos que nos dicen que por estas fechas aún no había empezado su ejecución. Puche Lozano, M.A., Documentos jurídico-notariales del siglo XVI (1534-1590) del archivo de protocolos notariales de Yecla, Murcia 2002, Acad. Alfonso X el Sabio
(4)Baquero Almansa, A., Catálogo de los profesores de bellas Artes murcianos, Murcia, 1913
(5)López Jiménez, J.C. Médico e investigador murciano, colaborador habitual de Archivo de Arte valenciano, Archivo Español de arte, Anales del Centro de Cultura Valenciana, etc. En especial, El retablo de Santiago de Jumilla, joya del renacimiento, Anales del Centro de Cultura Valenciana, año 1972, num. 57
(6) Escribano Diego Pérez, año 1561
(7) Muñoz Barberán, M. Bosquejo documental de la vida artística murciana en los años últimos del siglo XVI y primeros del XVII. Acad. Alfonso X el Sabio, Murcia, 1976, y sobre todo Escultura del siglo XVI murciano. Nueva documentación de los hermanos Francisco, Diego y Juan de Ayala, en Homenaje al profesor Juan Torres Fontes. T. II, Murcia 1987
(8) Echevarría Goñi, P.L. (coord.), Retablos. Euzkadi, vol. I y vol.II, Vitoria 2001. Velez Chaurri, J.J. Juan Ayala I el Viejo y el retablo renacentista de Tuyo (Alava), en Homenaje al profesor Martín González, Valladolid, Unv. 1995. Arrazola, M.A., El Renacimiento en Guipúzcoa, t.II, San Sebastián, 1969
(9) Escribano Fernando de Jumilla, año 1591-1592, testamento y almoneda
(10) Muñoz Clarés, M. Alonso de Monreal (1583): el dibujo de un retablo de 1560, Rev. Imafronte, Num. 3-5, 1989
(11) Nieto Fernández, A. Orihuela y sus Documentos, Instituto Teológico de Murcia, Murcia, 1984 I y 1992 III. Sánchez Portas, F.J., El Patriarca Loazes y el Colegio de Santo Domingo de Orihuela, Orihuela 2003
(12) Escribano, Francisco Jiménez, año 1592
(13) Escribano, Pablo Torrente, (1588-1592)
(14) El testamento de Diego en Lorca (1-VI-1589) ante el escribano Salvador Fernández, y el de su mujer Isabel, en Murcia, ante Fernando de Jumilla (1-I-1592). La almoneda de sus bienes, (30-I-1592)
(15) Escribano, Francisco Jiménez, año 1593
(16) Antolí Fernández, A. El escultor granadino Cristóbal de Salazar en Jumilla, Revista de Semana Santa de Jumilla. Jumilla 2008