LOS HERMANOS VALCÁRCEL, HIDALGOS DE HELLIN, AL FRENTE DEL CONCEJO DE JUMILLA, (1611-1624)
Publicado un nuevo artículo: Los hermanos Valcárcel (revista cultural MACANAZ, ayuntamiento de Hellín). En el enlace siguiente se puede leer la revista completa.
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LOS HERMANOS VALCÁRCEL, HIDALGOS DE HELLIN, AL FRENTE DEL CONCEJO DE JUMILLA, (1611-1624)
Alfonso Antolí Fernández
RESUMEN
A principios del siglo XVII unos hidalgos procedentes de la vecina villa de Hellín y de la lejana Oñate, en Guipúzcoa, se avecinan en Jumilla, y tras una larga batalla judicial con el concejo de Jumilla, consiguen que este les reconozca como tales hidalgos, y de añadido se implante el sistema de mitad de oficios para elegir a los oficiales del concejo. Con arreglo a él, les pertenecía a los hidalgos la mitad de las magistraturas municipales, sin tener que dejar un hueco anual en el disfrute de los oficios municipales, tan solo no repitiendo en el mismo. Con ello se abre una crisis política que no se cerrará en todo el siglo XVII.
Palabras clave: Jumilla, concejo, mitad de oficios, hidalgos, crisis política
ABSTRACT
In the early 17th century, a few noblemen coming from the near Hellín town and the far Oñate, in Guipúzcoa, settle in Jumilla, and after a long legal battle with the council of Jumilla, they manage to be recognized as noblemen, and in addition to establish the mid-office system to choose the council officers. In accordance with it, half of magistracies belonged to gentlemen, without vacant year in the enjoyment of municipal professions, just not repeating in the same. This opens a political crisis that won’t be closed in the whole 17th century.
Key words: Jumilla, council, half of offices, noblemen, political crisis
Jumilla era una villa de señorío de los duques de Escalona, aunque en ella se les daba el tratamiento de marqueses de Villena, pues este era el título que ostentaba don Juan Pacheco cuando la villa lo reconoció como su señor. Cuando en tiempos de su hijo, don Diego, se hunde el marquesado, Jumilla queda como naufraga sujeta al señorío de don Diego. Al volver al dominio real las villas vecinas, formando una nueva unidad jurisdiccional, denominada Gobernación del Marquesado de Villena, (Molina Puche 2005) Jumilla queda aislada, y sin entidad suficiente para que allí residiese de forma permanente un alcalde mayor impuesto por el marqués. La solución que se encontró fue adscribirla al estado de Jorquera, cuyo señorío ostentaban los marqueses de Villena, y que su corregidor tuviese jurisdicción sobre ella. En la práctica, el corregidor se limitaba a venir unos días al año a principios de junio a presidir las elecciones municipales, lo cual daba a la oligarquía que gobernaba la villa una amplia autonomía de derecho y de hecho a la hora de gestionar los asuntos diarios de gobierno.
La villa de Jumilla en unos cien años, mediados del siglo XV a años centrales del siglo XVI, quintuplica su población hasta alcanzar los 600 vecinos, y ahí se estanca, hasta que las terribles epidemias de 1599-1600 y 1605-1606 provocan la perdida de la mitad de su población. Su economía era absolutamente agrícola-pastoril, reajustándose continuamente ambas actividades en busca de un equilibrio a la hora de explotar los recursos naturales de su amplio alfoz. Una solución salomónica daría la mitad del término municipal a cada una de ellas, alejando a los ganados de una feraz huerta que abrazaba la villa con viñas, olivos y moreras, que junto a los cereales de secano servían de sustento a sus vecinos. No se daban en Jumilla actividades comerciales ni artesanales dignas de mención, ni tan siquiera el sector de la carretería tan pujante en la vecina Yecla llama la atención de sus vecinos. La propiedad de la tierra está bastante repartida, siendo raro el vecino que no tiene alguna tahúlla en la huerta o algunas fanegas de tierra de secano.
Si algo marca una diferencia entre vecinos es la propiedad del agua, dividida en una medida hidráulica llamada jarro. Por lo demás, el tenor de vida y la escala de valores es el mismo para todos. No hay nobles en Jumilla, y no son bienvenidos. Si alguno pretende comprar tierras se encuentra con la oposición rotunda del concejo. Unos comisionados regios que visitan Jumilla en 1533 dirían sobre sus vecinos, pecheros, todos labradores, gente que comúnmente son mas ricos que pobres, y tienen muy buenos términos y montes y muy buena huerta y grande con agua de riego y cogen pan y vino y tienen ganado y crian seda de moreras.(Chacón Jiménez 2000). Si algo simboliza y caracteriza la villa, llenando de orgullo a sus vecinos, es su magnífica iglesia, dedicada al apóstol Santiago.
Fot. Juan Martínez Gómez. Iglesia de Santiago de Jumilla (siglos, XV-XIX).
En las últimas décadas del siglo XVI se manifiesta un deterioro creciente en las condiciones de vida de sus vecinos, sujetos a una mayor presión fiscal que les obliga a vivir al día y a endeudarse continuamente, obligaciones y censos, estos últimos con garantía hipotecaria. Se va a dar una continua corriente migratoria hacia Murcia, en primer lugar, pero también hacia el oeste del reino, Lorca, Huescar, etc.
El gobierno de la villa es bastante profesional, históricamente eran los propietarios de ganados los que tenían el poder local y a rastras habían ido abriendo el término a las roturaciones; aun así, cada vez era más complejo llenar de trigo los pósitos de la villa, y cumplir las obligaciones fiscales que la corona de Castilla exigía a sus súbditos. Y es en estas circunstancias, que unos hidalgos forasteros se van a avecindar en Jumilla, los Yarza, vascos, naturales de Oñate, y los Valcárcel, de Hellín, que van a provocar una convulsión política en una villa azotada por una catástrofe demográfica y con una economía que se derrumbaba por momentos.
El Concejo
Esta institución había sufrido una evolución similar a la dada en todo el reino de Castilla, por la cual había pasado de ser un concejo abierto a la participación de todos los vecinos, a uno cerrado en el que unas pocas familias, siete u ocho, monopolizaban los oficios municipales. Con todo, en el siglo XVI aún queda el recuerdo de los primitivos concejos abiertos, y en ocasiones transcendentales se convoca al común de los vecinos a concejo abierto, aunque en puridad sería más correcto llamarlo concejo ampliado, pues quienes acudían a la convocatoria era el resto de personajes jumillanos que ese año no eran oficiales del concejo. Una vez iniciada la sesión, con veinte o treinta asistentes a lo sumo, se debatía la cuestión que les ocupaba con toda libertad interviniendo todos ellos, fuesen oficiales o no, tras lo cual votaban y adoptaban el acuerdo pertinente. Este grupo, unas 30 0 40 personas como mucho, era la elite rectora, la oligarquía que gobernaba Jumilla, entre un 5% y un 10% de su población
Fot. Juan Martínez Gómez. Edificio del Concejo de Jumilla. Mediados del siglo XVI. Obra del cantero vasco, Julián Alamiquez.
La forma de elegir sus oficiales era un sistema cooptativo, es decir los salientes elegían a los entrantes, creándose, como es lógico, una tupida trama de intereses entre todas estas personas, que por otro lado eran familiares en grado próximo: padres e hijos, hermanos, cuñados y primos hermanos. Se establecían algunos limites, padre e hijo no podían coincidir en un concejo anual, ni tampoco hermanos. La edad mínima para ser oficial del concejo eran 30 años, y se empezaba como alguacil o mayordomo de propios, después se llegaba a regidor, y al final en plena madurez de sus vidas llegaban a alcaldes. Era todo un cursus honorum, y no es raro encontrar a los mismos personajes durante 30 o 40 años en el concejo.
Sin embargo, a finales del siglo XVI, esta forma de elegir los oficiales del concejo chirría y cruje amenazando con derrumbar un entramado que parecía inmune al paso del tiempo. La vieja solidaridad y conciencia de grupo de la elite jumillana, y dentro de ella, el grupo gobernante, constituido en oligarquía, se va diluyendo por mor de importantes diferencias económicas entre sus miembros fruto del azar y de la perspicacia de algunos de estos personajes, que otean los cambios que se barruntan en la sociedad castellana, y van a dedicarse a otras actividades más lucrativas que las tradicionales agropecuarias, tales como el arrendamiento de rentas municipales y eclesiales; el crédito a sus convecinos en situación cada vez más apurada, alquileres de inmuebles, construcción de almazaras y hornos, etc.
Los corregidores de Jorquera vigilaban estrechamente a los personajes más destacados de la oligarquía jumillana, y no dudaban en ser muy severos con ellos, mas las tropelías conforme se llegaba a fin de siglo eran continuas y cada vez más graves. Un botón de muestra, elecciones municipales, año 1578, sesión (22-VI). Ginés Fernández del Castillo (abuelo de Ana Fernández que casaría con D. Manuel Valcárcel, hidalgo de Hellín), regidor, elige a Agustín Pérez, hermano de Francisco Pérez, alcalde en ese momento, pero el corregidor está al tanto de que esta elección busca dificultar la ejecución de una deuda que Pedro Fernández, hermano del elector Ginés Fernández, había contraído siendo mayordomo del pósito de pobres, donde sus deudos habían desfalcado más de 3500 reales. El corregidor nombra a otro vecino regidor, y ante la protesta airada de Ginés del Castillo lo apresa allí en la sala del concejo, y con grilletes se lo llevan dos alguaciles.
Otro regidor saliente, Juan Abellán, estaba preso, porque había arrendado sin una subasta previa ciertos propios y rentas municipales a Pedro Cutillas, mercader, que en la práctica actuaba como testaferro suyo. El corregidor lo había condenado en 50000 maravedís y privación de oficio, pero este desde la cárcel nombra a un vecino como regidor entrante a pesar de la oposición del corregidor, que nombra a otro vecino para el cargo. Pues bien, ambos regidores apelan las decisiones del corregidor y llegan ante la Real Chancillería de Valladolid. Las elecciones se habían hecho contra derecho y contra la Ejecutoria i uso i costumbre i preminencia quel dicho ayuntamiento i oficiales del abian tenido i tenían de muy antiguo tiempo. Y justificaban sus nombramientos, Agustín Pérez hera hombre muy principal, y Miguel Lozano, muy principal e viexo i honrrado que había sido muchas veces oficial y que era fiel de la hacienda del marques. Acerca de la prisión de Juan Abellán argüían, pues aunque estuviese preso siendo tan rico e tan abonado pudiera con grandes fianzas ir a la elección y hazer su nombramiento.
Y el alto tribunal les daría la razón, no se les podía privar de sus derechos como electores, por que heran ombres honrrados i muy buenos criptianos temerosos de Dios i de su conciencia y de los principales de dicha villa, y arremetían contra el corregidor, mal avia podido el dicho alcaldes mayor entrometerse en hazer de su auctoridad nombramiento de regidores y privar a sus partes de su posesión. (1) Los corregidores de Jorquera nombrados por el marqués de Villena eran licenciados en derecho y hombres probos y rectos que cumplían su deber con creces, pero continuamente se veían sobrepasados por la prepotencia y el descaro de los principales personajes de Jumilla en su ansia de hacer y deshacer sin trabas de ningún tipo en el concejo.
Con el paso de los años la situación se torna insostenible, rara era la elección que no acababa en los tribunales, y todo tipo de irregularidades se daban de forma continuada. Los beneficiarios del sistema no dudaban en sostener los pleitos en que se veían envueltos con fondos del concejo para escarnio de los vecinos que los denunciaban por sus tropelías. Ante la tensión reinante no hubo más remedio que abandonar el sistema cooptativo e introducir uno insaculatorio, de suertes. El 11 de enero de 1600 una comisión integrada por el licenciado Carlos Solís, corregidor del estado de Jorquera, D. Alonso Fajardo, señor de las villas de Montealegre, Xolox y Benidorm, Alonso Lázaro, regidor de Murcia, y el licenciado D. Nicolás de Arce, beneficiado de la iglesia de Santiago de Jumilla, se reunía con un encargo muy importante: conformar al concejo de Jumilla y al común de vecinos en una nueva forma de elección de los oficiales del concejo. Aquel mismo día nacería una concordia y capitulaciones que regularían las elecciones municipales en Jumilla hasta bien entrado el siglo XVI. (Antolí Fernández 1998)
Era una solución arbitral, que en modo alguno buscaba ensanchar la base electoral de electores y elegibles, sino poner fin a una crisis larguísima, el primer pleito sobre elecciones data de 1563, pues las disputas sobre esta cuestión cada vez eran más agrias y amenazaban la convivencia y la paz social de la villa. Junto a la prepotencia de algunos personajes, se daba también, un bloqueo generacional, unos cuantos vecinos de edad avanzada se elegían unos a otros de forma reiterada sin dejar paso a otras personas ya maduras y capaces de asumir responsabilidades, frustradas ante el tapón de unos abuelos que les dejaban fuera del concejo. Una gerontocracia gobernaba Jumilla.
Una vez decidido implantar el sistema de suertes, insaculatorio, el primer paso de la comisión fue registrar en un listado los nombres de los futuros vecinos elegibles para oficiales del concejo. Se acuerda que no fuesen más de 60, era el 10% de la población, pero nunca se llegó a ese número, no pasaban de 40. Luego se debía escribir sus nombres en cedulas e introducirlas en una caja de madera con tres llaves. En esto consistía la insaculación. Y cada 5 años se procedía a actualizar el listado de vecinos susceptibles de ser elegidos oficiales del concejo. Un niño sacaba las cedulas que estaban dobladas dentro de la caja (encantaramiento), el día de las elecciones. Todas las cedulas tenían que salir para que los inscritos gozasen de un oficio, y nadie podía repetir en un cargo hasta que no hubiese salido la última cedula.
Linaje Valcárcel de Hellín
Es antiquísimo, documentado en el siglo XIV, en siglos posteriores, XVI y XVII está considerado como la familia más noble e importante de Hellín, mas en los siglos bajomedievales era un linaje más, que incluso en las décadas centrales del siglo XV, cuando Hellín era señorío de don Juan Pacheco, marqués de Villena, aparece postergado en el poder local, e incluso, abandonan la villa y militan con Alonso Fajardo el Bravo en sus luchas interminables con su primo el adelantado Pedro Fajardo. Su momento llegaría al inicio del reinado de los Reyes Católicos cuando se subleva gran parte del marquesado de Villena contra su titular don Diego López Pacheco, rebelde a los reyes, y ellos aparecen como rivales de los linajes afectos al marqués en Hellín, por lo cual serían recompensados. Los Valcárcel eran varios hermanos, uno sería nombrado merino, otro alcaide del castillo, y pasan a un primer lugar dentro de la elite local de Hellín.
Adentrarse en la intrincada selva que forma la familia Valcárcel a principios del siglo XVI es tarea sobrehumana, es una gran maraña donde confluyen primos, hermanastros e hijos naturales. Aurelio Pretel nos habla de las diferentes ramas de este frondoso árbol con apodos: Valcárcel de la vieja, del merino, del alcaide. (Pretel Marín 1998) Los Valcárcel que se avecinan en Jumilla un siglo más tarde descienden de un entronque con el linaje Gamarra de origen cordobés. Alrededor del año 1500 Fernando Gamarra se casa con la hellinera Urraca Hernández de Valcárcel. A él se le documenta en Hellín en 1497, más tarde sería juez y corregidor de Alcaraz.
Su padre era un hidalgo de Córdoba, Gonzalo Gamarra, casado con Beatriz de los Ríos, y muere alrededor de 1490. Su hijo, Fernando, de quien descienden por línea recta nuestros personajes había sido paje en su mocedad del comendador mayor de la ciudad de Benavente y de García Fernández Manrique, primer alcaide de Málaga tras la reconquista cristiana. Ya más crecido se hallaría en la toma de Granada en 1492. Tendría dos hijos con Urraca, que marcharían a Indias, y uno de ellos, el que nos interesa, Juan Valcárcel Gamarra, (abuelo de Manuel y Francisco Gamarra, que se establecen en Jumilla a principios del siglo XVII) vuelve a Hellín en 1539, y se casa con María Moncalvo. Juan era un hombre de armas tomar, había pasado a Perú en 1534 en las naves del capitán Hernando Pizarro pero su padre lo reclamaba en Córdoba. Si conocemos su vida, y la de sus antepasados, con bastante detalle es porque se ve obligado a pleitear contra el concejo de Hellín en 1541 por no reconocer este su hidalguía. (6) Uno de los testigos, que había sido gobernador de la provincia de Castilla del Oro, declaraba haberlo visto en la ciudad de Panamá. Con el tiempo, el origen cordobés de esta rama de los Valcárcel, se va perdiendo en la memoria de las gentes de Hellín, y en 1671, cuando un descendiente suyo Diego de Gamarra es nombrado caballero de la orden de Santiago, de 30 testigos que declaran a su favor en Hellín, solo uno recordaba su origen cordobés. Para los demás un Valcárcel, los quales decían que esta familia Varcarcel eran las primeras de esta tierra i que lo avian probado en su tiempo.(2)
La Real Chancillería de Granada fallaría a favor de Juan Valcárcel en 1541 y contra el concejo de Hellín. Y esta Real Ejecutoria de Hidalguía la haría valer su nieto Manuel Valcárcel en Jumilla a principios del siglo XVII, cuando el concejo jumillano no lo reconoce como hidalgo y le tiene por hombre pechero. Juan se integraría inmediatamente en la elite local de Hellín y en la oligarquía que controlaba el concejo hasta el extremo de ser considerada la primera familia de Hellín por prestigio social. La única personalidad que le hacía sombra en Hellín era don Lope de Chinchilla, señor de Ontur y Albatana. Hombre de oscuro origen, confeso pero no judaizante, descendía de otro Lope de Chinchilla, que había sido alcaide de Cehegín, hombre fiel al marqués de Villena. Acumulando bienes raíces da con la enemistad de la elite local encabezada por el linaje Valcárcel. Rumores, resentimientos y envidias provocarían su ruina.
Don Lope de Chinchilla había adoptado maneras de nuevo rico, su patrimonio de 50000 ducados era uno de los mayores del reino de Murcia. Y se permitía alegar mayor antigüedad y pureza en su linaje que los Valcárcel en el suyo, a quienes trataba de labradores hacendados, cuando él había comprado su hidalguía. Los Valcárcel esperaban su oportunidad, que vendría en 1558 cuando el inquisidor Salazar se instala en Hellín huyendo de la peste, alojándose en casa de Miguel Mateo Valcárcel, hombre rico, que tenía una hija joven, viuda, que había vuelto a la casa paterna. Don Lope, que era hombre muy dado al sarcasmo, comenzó a insinuar que había una relación amorosa entre el inquisidor y la viuda, la Matea, como era conocida en Hellín. Y esa fue su perdición, pues el inquisidor, instigado parece ser por la viuda, le detiene a principios de 1559, alegando que frecuentaba el circulo herético de Murcia y que había judaizado. No había base para ello, el proceso fue un cumulo de irregularidades, años después sería absuelto, y acabaría en la hoguera el 8-IX-1560 en Murcia (Contreras 1992). Fray Luis de León, que era deudo suyo por parte de su mujer diría que la envidia y la mentira lo tuvieron preso en Hellín.
Una vez acabado don Lope de Chinchilla, los Valcárcel se hacen con parte de su patrimonio que había sido confiscado por la Inquisición. Don Francisco Mateo Valcárcel, regidor de Murcia, y pariente muy próximo de la Matea compra al Santo Oficio el heredamiento de Agramon, que iría redondeando con nuevas adquisiciones en los años siguientes, para terminar fundando un vínculo en favor de su hermano Juan Valcárcel Moncalvo con la condición de que tras sus días volviese a sus descendientes (Molina Molina y Selva Iniesta). Este Juan Valcárcel Moncalvo era el padre de los hermanos Valcárcel que se afincan en Jumilla en los primeros años del siglo XVII.
Hidalgos forasteros en Jumilla
En los albores del siglo XVII no había hidalgos en Jumilla, ni eran apreciados ni bienvenidos. Cuando había surgido algún intento de avecindarse en Jumilla el concejo lo había obstaculizado, llegando hasta prohibir que comprasen tierras en su término. Ahora llegarían unos cuantos y revolucionarían la política local.
El primero sería Matías de Yarza Olazaran, se casa en Jumilla (19-I-1598) con Marina Artiaga. Era natural de Oñate, Guipúzcoa, bautizado (25-II-1578). Sus padres eran Martín de Yarza-Mariegui y María Martínez de Olazaran, él y sus hermanos, eran tres, habían salido de forma escalonada de su tierra, siendo muy jóvenes, unos 16 años, hacia el sur con ansias de progreso aprovechando su hidalguía. Son personas instruidas que proceden de un medio mercantil. Lázaro el mayor se establece en Cieza, contrae matrimonio por las mismas fechas que Matías, (31-I-1598) con Juana González Montesinos, de familia de canteros cántabros, asentada en Cieza, y tiene con él al menor Francisco.
La llegada de Matías a Jumilla en un principio no despierta ningún recelo, monta una tienda de tejidos y otros artículos. Una tienda en Jumilla no era precisamente un gran negocio. Sin embargo, Matías de Yarza progresa, y es un hombre rico a nivel local. En 1603, el marqués de Villena es nombrado embajador en Roma y pide un préstamo a sus vasallos para costear su destino. En Jumilla se seleccionan las personas más ricas de la villa, 27 en total, y se les reparte la cantidad asignada a la villa: 21420 reales. A don Matías le corresponden 550 reales, es decir ha logrado introducirse en la elite local. Ahora bien, cosa muy distinta era entrar en la cerrada oligarquía que gobernaba la villa. En 1604 trae a su hermano Francisco de Cieza, y solicita al concejo se les reconozca su hidalguía, encontrándose con la más rotunda oposición de los oficiales del mismo, violentos ante la perspectiva de que un tendero advenedizo se siente con ellos en los bancos del concejo. No solo rechazan su petición sino que se niegan a empadronar a su hermano como vecino de Jumilla.
Al final, Francisco, exasperado, se marcha de Jumilla y se establece en Yecla donde compra tierras y casa, entroncando con una familia importante, los Sánchez de Anaya, en 1611. Va a jugar el mismo rol que sus hermanos en Cieza y Jumilla, en 1615 es alcalde noble, y en 1619, siendo alcalde de nuevo, es acusado de irregularidades en la aduana del puerto seco de Yecla en lo referente a la trata de la lana.
Mucho antes de que lograsen esta posición, don Matías y sus hermanos habían tenido que acudir ante la Real Chancillería de Granada para hacer valer su hidalguía contra los concejos de Jumilla y Cieza, donde el otro hermano Lázaro, había planteado al unísono idéntica pretensión. Como ellos eran vascos se remite la instrucción de la causa a Burgos, donde acudiría Matías con poder de sus hermanos para realizar las diligencias de prueba en su favor. Regresa a su villa natal, y no tiene ningún problema en conseguir suficiente número de testigos que declaran a su favor testificando el carácter noble de su linaje, el solar Yarza-Mariztegui. Con el tiempo, la Real Chancillería de Granada dictaría dos sentencias a su favor, en vista y revista, (27-II-1607 y 4-IX-1608). (3) Pero ni aun así conseguiría entrar en el concejo jumillano, hasta que un factor nuevo jugaría en su favor. La llegada a Jumilla de los Valcárcel, hidalgos notorios, y con las mismas pretensiones de entrar en el concejo. Una alianza de hierro se forjaría entre ambos linajes que les llevaría al dominio absoluto del concejo jumillano durante tres lustros.
El caso de los Valcárcel: Manuel y Francisco, es totalmente diferente. Manuel, bautizado (25-VI-1577), padrino, Francisco Velasco Ochoa, se casa en Jumilla con una rica heredera, Ana Fernández en 1605, bautizada (6-II-1586), y tiene aquí un sólido apoyo en la parentela de su mujer, que en ese momento es el linaje más importante de Jumilla. Su suegro, Diego Fernández del Castillo acababa de ser nombrado mayordomo del marqués de Villena en Jumilla y alcaide del castillo (5-VII-1603) (Fig. 3), lo que le convertían en el hombre más importante de Jumilla. Su padre, Ginés Fernández del Castillo había dominado por completo el poder local durante el último tercio del siglo XVI, y estaba emparentado con el poderoso linaje de los Pérez, que empezaban a descollar construyéndose un apellido compuesto muy sonoro, Pérez de los Cobos, mas aún se mantenían en la sombra en un segundo plano.
Los suegros de don Manuel Valcárcel morirían muy pronto en la terrible epidemia de 1606, con un intervalo de apenas un mes, Diego, (28-III), y Ginesa, (24-IV). Él, por su parte, un año después (19-III-1607) solicitaba la partición de bienes de sus suegros ante el escribano Pedro Pérez Navarro.En Hellín quedaba otro hermano, Rodrigo, que gozaba de los oficios municipales, se le documenta como alcalde noble de Hellín en 1609 y 1620, y alcalde de la hermandad en 1616; otro, Miguel, clérigo, estaba en el cabildo de la catedral en Murcia como racionero desde 1603. Y allí, otros parientes tenían el oficio de regidor en el concejo murciano, y hasta el alcaide de Hellín, pariente próximo, Martín de Valcárcel, era vecino de Murcia.
Por su parte, el otro hermano, don Francisco Valcárcel Mateo, contraerá matrimonio con Ana Tomás, hija de Antón Pérez Cobos, el hombre más rico de Jumilla, carta de dote (4-XI-1612). La novia aportaba la bonita cantidad de 1.544.430 maravedís, que son más de 4000 ducados. El grueso de la dote estaba formado por 70 cartas de censo, es decir, préstamos con garantía hipotecaria. Si la comparamos con la dote que aporta Catalina Sánchez de Anaya, hija de un regidor de Yecla, el año anterior, 500 ducados, cuando se casa con Francisco de Yarza, podemos juzgar ante que magnitudes económicas jugaban los Valcárcel en sus alianzas matrimoniales con jóvenes jumillanas.
D. Francisco Valcárcel moriría muy joven, y por su testamento otorgado en Jumilla el 16-I-1618, (4) nos hacemos una idea bastante precisa de cómo eran aquellas familias hidalgas que conformaban las elites del reino de Murcia. D. Francisco era poseedor de dos vínculos que habían fundado en su favor sus tíos, Francisco Valcárcel, clérigo, beneficiado de la Puebla de don Fadrique, y Francisco Mateo Valcárcel, regidor de Murcia. Ordena que si su mujer, que estaba embarazada diese a luz un hijo varón este heredase los vínculos. Tiene un hijo ilegitimo, le deja 200 ducados y manda que este sujeto a su hermano. Tiene una esclava, Isabelica, que está 25 años a su servicio, se la deja a su mujer durante otros 12 años, y luego se le dé la libertad. Deja a su mujer como administradora de sus bienes y albacea testamentaria. Si sus hijos muriesen nombra herederos a sus hermanos, y deja 600 ducados a su mujer.
Aunque el punto de partida de los Valcárcel era totalmente diferente al de los Yarza, pues eran hombres ricos, hidalgos notorios de gran prestigio social, emparentados por matrimonio con los dos linajes más importantes de jumilla: Fernández del Castillo y Pérez de los Cobos, el acceso al concejo les estaba igualmente vetado, y ello les obligaría a acudir a la Real Chancillería de Granada, no para probar su nobleza, que no se les cuestionaba, sino para que se les abriesen las puertas del concejo jumillano.
Implantación de la mitad de oficios en Jumilla
Con este nombre se conocía el sistema por el cual se repartían los cargos municipales entre el estado noble y el ciudadano. En las villas vecinas ya estaba instaurado, en Almansa en 1584, (Molina Puche 2003-2004), en Hellín en 1572, (22-IV), Ejecutoria Real Chancillería de Granada, se manda dar a los hidalgos de Hellín la mitad de oficios. En Jumilla, en cambio, al no existir nobles no tenía sentido plantear esta cuestión, y el caballo de batalla había sido cambiar el sistema cooptativo por otro de suertes, insaculatorio, pactado en 1600, que había llevado la paz y el equilibrio a los miembros de la oligarquía local, que ahora iba a saltar por los aires ante las pretensiones de los hidalgos forasteros.
En otro lugar me he ocupado ampliamente de esta cuestión (Antolí Fernández 1998). Baste decir que los hidalgos denuncian al concejo jumillano en 1608 por no querer darles la mitad de oficios y las preeminencias pertenecientes a los hidalgos. Pierden en primera instancia, mas apelan y ganan en grado de revista (19-IX-1610). El primer concejo elegido con arreglo al nuevo sistema sería el correspondiente al año 1611-12. Alcalde noble: Matías Yarza Olazaran; regidores nobles: Manuel de Valcárcel Gamarra y Francisco Valcárcel Mateo.
El choque emocional para el reducidísimo grupo de personas que componían la oligarquía jumillana fue brutal. Acostumbrados desde hacía muchas generaciones a dirigir el concejo y gozar de sus oficios como algo inherente a sus personas y origen familiar, verse de pronto gobernados por unos forasteros odiados era una situación, que por increíble, habría de resultarles especialmente tiránica.
Unas notas sobre su gobierno de la villa que duraría tres lustros si daremos. Y la impresión que da es que eran personas profesionales e instruidas que debían enfrentarse a unos años dificilísimos con problemas enormes en el gobierno de la villa, que parece haber atendido con atención y cuidado, aunque eso no les librase del odio de los vecinos y del aislamiento social.
Es muy curioso que en uno de sus primeros concejos, el 14-VII-1614, siendo alcalde Francisco Valcárcel Mateo, ordenan celebrar fiestas de moros y cristianos, algo totalmente singular, ajena totalmente a las tradiciones jumillanas. En Jumilla las fiestas en honor a Muestra Señora de la Asunción se celebraban con juegos de toros, además de colación y danzas, comedias y sones, vinos y otras cosas. Para esta ocasión se levantó hasta un castillo de madera, lo que hace que se parezca muchísimo al actual modelo valenciano, y la fiesta de moros y cristianos más antigua documentada. Así se recoge en las cuentas de propios del concejo, donde hay una partida para fazer los toriles y tablados y castillo de los moros.
En 1616 (24-VII) se vuelve a ordenar que se celebren moros y cristianos. Siendo maliciosos habría que pensar que los hidalgos forasteros querían congraciarse con los vecinos introduciendo estas novedades. Este año el alcalde hidalgo era D. Manuel Valcárcel Gamarra; sin embargo, el ánimo de los vecinos no era apto para festejos. Hay un caso concreto que ilustra perfectamente la actitud de los vecinos ante aquel concejo dominado por los hidalgos forasteros
En el verano de 1617 llegan a Jumilla varias compañías de soldados que iban camino de Cartagena para embarcar hacia Oran. El concejo manda pregonar que los vecinos tuviesen aprestados sus carros para trasladar las tropas hacia el próximo pueblo en su camino a Cartagena. La respuesta de los vecinos es ocultar sus carros, mulas y bagajes. Solo obedecen el pregón 12 vecinos, y 250 se niegan a ello. (5)
Ante la gravedad de la situación, el alcalde noble D. Francisco Valcárcel Mateo intenta ganar tiempo para salir del atolladero, organizando de su propio pecunio una recepción para agasajar a los oficiales. La única salida que se halla ante la negativa de los vecinos a realizar el transporte de las tropas es intentar contratar los carros que las habían traído a Jumilla desde Hellín, y otros pueblos. Por supuesto, los carreteros, que pensaban volver a sus pueblos inmediatamente, ven una ocasión de oro para ganar dinero fácilmente y exigen al concejo una elevada cantidad, 50 reales por carro y par de mulas por llevar los soldados a Cieza, siguiente etapa. El concejo no tiene más remedio que transigir y aceptar el oneroso precio, pero aún quedaba un problema, el concejo no disponía de dinero, debía del servicio de millones más de 2000 ducados. No queda más remedio que buscar dinero prestado, el gasto que habría de hacerse por la cabezonería de los vecinos, que se negaban a hacer un servicio al que estaban obligados legalmente, y que no suponía más que una relativa incomodidad –llevar los soldados a Cieza- le supondría al concejo un gasto total superior a los 2000 reales.
En descargo de los hidalgos que dominaban el concejo, pues aparte de D. Francisco que era alcalde, su hermano, D. Manuel y Matías de Yarza eran regidores, no se nos ocurre que otra cosa podían hacer. Los tránsitos y alojamientos de tropas eran para los pueblos una pesadilla. Recuérdese el Alcalde de Zalamea; en nuestro caso, con unas compañías en tránsito que debían estar en una fecha determinada en el puerto de Cartagena, nos parece que el alcalde D. Francisco Valcárcel condujo el conflicto de una forma verdaderamente eficaz y la única posible. Pero, no es esto lo que nos interesa destacar, sino el divorcio a que se había llegado entre los vecinos y las autoridades locales, que aunque legitimas se sienten como extrañas y usurpadoras. Un hecho como el descrito hubiera sido inconcebible unos años antes con cualquiera de los viejos concejos jumillanos, que a pesar de sus componendas internas, no hubieran tenido ninguna dificultad en hacerse obedecer.
A partir de ese momento, en 1620, sobre todo, las denuncias y pleitos ante la Real Chancillería de Granada se disparan. No hay faceta de la vida municipal que no se cuestione ante el alto tribunal: escribanía, pósito, oficios, capítulos, y sobre todo pastos y dehesas. El concejo como institución no tenía fondos para hacer frente a este aluvión de demandas interpuestas por los vecinos, y el alcalde hidalgo, Matías de Yarza, de su fortuna personal, va adelantando las cantidades que se requerían para atender los gastos legales.
Sin embargo, el más enconado de todos los pleitos sería el de los pastos, los ganaderos habían presentado querella en 1618 contra el concejo por haber hecho dehesas, 16 en total sin licencia real, y haber vendido las yerbas en perjuicio del pasto común. Aquí entraba en juego un tema nuclear, la ganadería, que había sido la base de la economía jumillana durante siglos. Hasta bien entrado el siglo XVI todo el término estaba entregado a los ganados excepto la huerta y la cañada del Judío, y solo en la década de 1530-40 se empiezan a autorizar roturaciones en los términos de Jumilla, siempre a regañadientes y empujados por la extrema necesidad que imponía el aumento de la población, a la que había que surtir de trigo. Al final se divide el término de forma salomónica, mitad para la agricultura y mitad para la ganadería, en forma de pasto común para los ganaderos locales. Pues bien, ahora, los hidalgos forasteros dividían en dehesas esa mitad, y las arrendaban al mejor postor, que eran ganaderos forasteros. (6)
Y posiblemente, el concejo había actuado bien, pues debía pagar el impuesto de millones, 16.900 reales anuales. Este impuesto gravaba el vino, vinagre, aceite, y carne. Pero su recaudación ni de lejos cubría el repartimiento que se le había hecho a Jumilla. Con lo cual la única opción que quedaba era repartirlo entre los vecinos. Bajo este punto de vista, la medida del concejo: hacer dehesas y vender su hierba parece acertada y justa. Un hecho parece corroborar la buena intención del concejo, los arrendadores de los pastos se habían obligado a efectuar el pago en la ciudad de Cuenca al tesorero de los millones. Los oficiales del concejo no tocarían ningún maravedí de tales arrendamientos.
En 1618, muere uno de los hermanos Valcárcel, Francisco, y es sustituido inmediatamente en el estado de los hidalgos, por Martín, hijo de Matías de Yarza, un jovenzuelo de 18 años de edad, que entra a gozar de los oficios municipales, ante el estupor y rabia de los vecinos ricos y poderosos que ahora estaban excluidos en la práctica de las elecciones municipales. Y las ordenanzas de Jumilla vetaban el acceso a oficios municipales a los menores de 30 años, para ver a un mozalbete, hijo de un tendero, sentarse en los bancos del concejo.
Es cierto que la mayoría de los linajes jumillanos estaban excluidos del poder local en base al sistema de mitad de oficios, mas algunos se habían adaptado a los nuevos tiempos: los Fernández del Castillo, naturalmente, por razones obvias, y otros parientes suyos, los Pérez de los Cobos, sobre todo. El cabeza del linaje, Antón Pérez Cobos, era primo hermano de Ginesa Pérez, la suegra de Manuel.
Y ahora, de nuevo, Antón Pérez Cobos, quiere reeditar su alianza con los linajes foráneos, pactando el matrimonio de su hija Ana, que acababa de enviudar, con D. Matías de Yarza, igualmente viudo. En 1619, este trae un mandamiento del Provisor del obispado para casarse con ella con una amonestación. Y yendo el cura de la iglesia de Santiago a casa de Antón Pérez Cobos, doña Ana respondió que tenía hecho voto de religión y así la pusieron en depósito y la remitieron a la ciudad de Murcia y se metió monja en Santa Clara, monasterio de monjas. En octubre de 1620 profesaba, antes renuncia a los poderes que le había dado su marido antes de morir para que administrase su patrimonio, pues sus dos hijas habían fallecido. (7) En el plazo de un año había perdido marido y dos hijas, y el ánimo de doña Ana no era propicio a participar en los juegos políticos de su padre y hermanos.
En el plano político surge un elemento nuevo: D. Lope Guardiola Guzmán, hijo del señor del estado de La Guardia, en la actual provincia de Toledo, nieto del jumillano licenciado Guardiola, consejero de Felipe II. Se había casado en Jumilla con una hija de Francisco Pérez de los Cobos, el Rico, y quería entrar en el concejo como hidalgo para disfrutar de la mitad de oficios, pero D. Manuel Valcárcel se había opuesto, no dejándole otra opción que ir a Granada a litigar por su nobleza en 1621. Al año siguiente obtendría una Real Ejecutoria reconociendo su hidalguía, (8) mas ni así conseguía entrar en el concejo; todo ello no procuraba más que un aumento de la tensión social, si esto era `posible. La tragedia se mascaba en el ambiente
El alcalde noble en 1622. D. Matías de Yarza, le cerraba el paso con obstinación, y D. Lope hablo mal de él en público, tras lo cual un individuo de su facción defeco en la puerta de la casa de su rival, advirtiendo que haría lo mismo sobre su persona. Este sujeto sería encarcelado, pero D. Lope con ayuda de sus amigos lo liberó. Yarza junto con el otro alcalde por el estado general y otros vecinos se dirigieron al convento de san Francisco donde estaba el grupo opuesto. Las autoridades intentaban entrar al convento sin conseguirlo, y a través de la puerta entreabierta de la iglesia intercambiaban pedradas y estocadas. Los dos alcaldes resultaron apedreados. En un intercambio de golpes, D. Martín de Yarza, el hijo del alcalde noble, tiro una estocada por el hueco de la puerta sin dirigirla a nadie en particular, con la mala fortuna de que en aquel instante un joven licenciado, D. Miguel Guardiola sacase la cabeza para solicitar calma a las partes siendo alcanzado mortalmente por el acero. El Consejo real nombro juez para investigar el caso, y este, pronunciando sentencia condenó a D. Martin a ser degollado. (9)
De pronto, todo el edificio construido por D. Matías de Yarza y D. Manuel Valcárcel se vino abajo. D. Martín, recién casado con una joven rica perteneciente a la elite local, con una gran dote, Margarita de Collados y Cutillas, nieta de Pedro Cutillas, rico mercader, que había sido suegro de Francisco Pérez de los Cobos, el Rico, huye en el acto de Jumilla y se refugia en Cieza amparado por su tío Lázaro. Es posible que todo este drama acelerase la muerte de su padre que testa el 28-VII-1622. D. Martín, a pesar de su condena a muerte, aun viviría unos cuantos años más escondido en Cieza, aunque era un secreto a voces en toda la comarca. Su mujer se negaría a seguirle, y cuando ella muere unos años más tarde, su madre y hermano van a Cieza a reclamar su dote, (junio de 1633).
Por su parte, doña Margarita de Cutillas, tía de la esposa de don Martín de Yarza, del mismo nombre, unos años antes, en su testamento, (3-VI-1628), decide vincular su patrimonio, que años antes había donado a su sobrina para que esta lo aportase como parte de su dote al matrimonio, como forma de blindarlo ante la justicia que estaba ejecutando los bienes de don Martin.
Yten declaro que durante el matrimonio de la dicha doña Margarita, mi sobrina, con el dicho don Martin de Yarza los frutos de los bienes que yo le done en favor del matrimonio y que yo ahora dexo vinculados sean precisamente para sustento y alimentos de la dicha mi sobrina en ausencia o presencia del dicho su marido que fue el fin y yntencion con que yo los done sin que de ellos se paguen ni puedan pagar penas ningunas, fiscales ni pecunarias en que el dicho don Martin fuere condenado por el delito que se le imputa ni puedan ser embargados para la paga dellos aunque la dicha doña Margarita se obligue o haga fianza de los pagar porque esta es y fue mi intención y voluntad. (10)
D. Manuel Valcárcel que no había intervenido de forma directa en este luctuoso suceso, aunque sí que se había opuesto a la admisión de D. Lope al estado hidalgo, se encuentra solo en el concejo, es alcalde noble, pero lo más selecto de la elite local espoleados por D. Francisco Pérez de los Cobos, que prácticamente compra a todos los oficiales, dan un golpe de mano presentando de forma simultanea informaciones de nobleza que han preparado previamente apoyándose unos a otros, sin acudir a la Real Chancillería de Granada, a su Sala de Hidalgos, competente para librar Ejecutorias de Hidalguía. Y el concejo acepta estas informaciones y les reconoce como nobles, abriéndoles la puerta a la mitad de oficios (27-VII-1624). D. Manuel se había opuesto, dixo que no avia lugar a lo que pedia el suso dicho por no ser como hera hijodalgo sino llano pechero, pero el resto de oficiales dixeron que tenían al dicho Francisco Abarca por hixodalgo y como tal lo admitían y mandaron se les diese la mitad de oficios. Y así, de esta forma expeditiva y barata, unas 20 personas se declaran nobles y toman el control del concejo. D. Manuel viendo perdida la partida y temiendo por su vida se marcha a Hellín, y el 1-IX-1624, otorga un poder notarial a su mujer, que se había quedado en Jumilla, para vender sus bienes. (11)
Doña María se daría prisa, y en un solo día, 6 de septiembre, formaliza ocho operaciones de venta: jarros de agua, olivares, morerales, bancales de tierra blanca en la huerta, y tierras de secano por todo el término de Jumilla, por valor de más de 1000 ducados, que era una cantidad muy importante. Y esto era una pequeña parte de su patrimonio. Quedaban casas y contratos de censo (hipotecas) contra muchos vecinos de la villa.
Ellos ya no volverían a Jumilla, y serán familiares próximos quienes se encargaran de gestionar los asuntos pendientes en Jumilla, que no se podían deshacer, arrendamientos de casas, préstamos, tanto su cobro como renovación, etc. Ventas de animales, en 1630, (17-II), su hermano, Rodrigo Valcárcel, que era regidor en Hellín, estaba en Jumilla vendiendo cuatro bueyes de tres años por 120 ducados. Años más tarde, es su hijo Diego, con 16 años de edad, quien está en Jumilla gestionando los censos que tenía su madre contra diferentes vecinos, e incluso cargando alguno nuevo. Antonio Mateo toma 50 ducados de Diego Valcárcel a censo, que paga 2,5 al año. E hipoteca como garantía una casa en la calle Cuatro Cantones y una heredad de 50 fanegas en el Hornillo. (16-XII-1642) (12)
Don Manuel Valcárcel, por su parte, se integraría inmediatamente en la vida política de Hellín, como miembro destacadísimo de la elite local, en 1630 era nombrado alcalde noble, y su hermano Rodrigo, regidor noble. Era el mismo sistema que en Jumilla: mitad de oficios, solo que más rodado y con linajes autóctonos que guardaban entre ellos los equilibrios necesarios para que el sistema funcionase con cierta paz. A mediados del siglo XVII para una población de 600 vecinos había en Hellín seis hidalgos con su Real Ejecutoria de Hidalguía en orden. En Hellín, le correspondían al estado noble un oficio de alcalde, otro de alcalde de la Hermandad, y mayordomo del pósito. D. Manuel Valcárcel caería gravemente enfermo y da un poder notarial a Francisco Velasco Valcárcel para que otorgase por él su testamento, dijo que la azeleracion y gravedad de su enfermedad no le da lugar a que pueda ordenar su testamento, tan solo manda algunas misas por sus padres y abuelos, y ordena su entierro en la parroquia de Hellín en alguna de sus sepulturas, escribano, Juan de Claramonte (28-XII-1636); mas no fallecería y aun viviría muchos años, pues en 1650 era alcalde noble en Hellín. Debió morir algún año más tarde, pues su esposa, doña Ana cuando otorga testamento, escribano Juan de Claramonte, en 1654, se declara viuda, y ordena su sepultura en la parroquia de Hellín en la sepultura del comendador Moncalvo, que era de su marido. El matrimonio había tenido una vida larga para la esperanza de vida de la época.
Sin duda alguna, fruto de sus relaciones en Murcia tanto en el concejo como en el cabildo catedralicio, vendría el nombramiento del clérigo jumillano, licenciado Pedro Abellán Fernández, primo hermano de su mujer, como beneficiado curado de la iglesia de santa María de Hellín en 1633. Es imposible que fuese algo casual, la parroquia de Hellín era una de las más importantes de todo el reino de Murcia, los clérigos locales ambicionaban tal beneficio para que ahora fuese a manos de un advenedizo. Algo tendría que decir al respecto el racionero de la catedral D. Miguel Valcárcel, tío de don Manuel. El clérigo jumillano, por su parte, no se descuidaba, y daba poderes a un canónigo de León que residía en Roma para que gestionase la expedición de las bulas que sancionaban su nombramiento en tan preciada parroquia, (15-VII-1633).
El parentesco tan próximo y el trato familiar se muestra perfectamente a poco que examinemos la documentación, en 1637 (17-XI), D. Manuel y su esposa suscribían una escritura en Hellín con su primo, por la cual cedían a este dos casa en Jumilla que estaban alquiladas por 25 ducados anuales a cambio de que este les abonase al contado 2455 reales, que era una cantidad importante. El cura de Hellín gozaría del alquiler de las casas durante 10 años. Parece un problema de liquidez que se arregla en familia.
Mientras tanto, en la vecina Jumilla, un nuevo orden político empezaba con la cuestión de la mitad de oficios como hierro candente que abrasaría la política local, veneno que emponzoñaría a unos y otros hasta bien entrado el siglo XIX, cuando la revolución liberal termina con los concejos propios de la sociedad estamental del Antiguo Régimen.
Fot. Juan Martínez Gómez. Castillo de Jumilla. Mediados del siglo XV. Reedificado por don Juan Pacheco.
Descendencia de los hidalgos forasteros
No pudo ser más desafortunada, siendo imposible su arraigo en Jumilla, que si conseguirían, en cambio, los Yarza en las vecinas Yecla y Cieza. Si empezamos por D. Matías, su suerte no puede ser más trágica. Su esposa, Marina de Arteaga y Marquina testa el 26 de marzo de 1615, y manifiesta tener tres hijas y un hijo, Martín, el autor de la muerte del licenciado Guardiola. Pues bien, cuando su marido dicta testamento (28-VIII-1622) las tres hijas ya habían fallecido, y el rastro del hijo se pierde años después en Cieza, sin descendencia conocida.
En cuanto a los Valcárcel, D. Francisco testa el 16 de enero de 1618, y declara tener una hija de diez meses de edad, y su mujer embarazada. Muerto D. Francisco, su viuda dará luz a otra hija, mas la desgracia se ceba con la joven viuda, y en el plazo de un año mueren ambas hijas, y ella una mujer muy joven profesara en el monasterio de Santa Clara en Murcia. En 1650 aún vivía.
D. Manuel Valcárcel, por su parte tendría dos hijos varones, Juan que nace en Jumilla, y Diego en Hellín (27-IV-1626), tras la marcha de sus padres de Jumilla y dos hijas, que fallecerían doncellas. Ambos pasarían a las Indias, primero va Juan, en 1651, que se establece en Lima y luego le seguiría Diego, que antes, cuando contaba con 16 0 17 años de edad abandona su Hellín natal, con destino a Flandes donde tenían un tío, Esteban de Gamarra. Debió marchar a principios de 1643, pues en diciembre de 1642 estaba en Jumilla ocupándose del patrimonio familiar que allí les quedaba, y se le nombra como Diego Valcárcel Fernández, apellidos paterno y materno (13); sin embargo, al pasar a Flandes los abandona y adopta el Gamarra, que nunca abandonaría, sin duda para honrar al tío Esteban de Gamarra que allí lo acogía. Pasa a Indias en 1651, a la sombra de otro familiar Lucas de Gamarra, que era corregidor de la provincia de Cotabamba, y al año siguiente debe acudir a Potosí junto a su tío Lucas a sofocar una revuelta de los mineros indios, y a obligarles a reanudar las labores de la mina que habían cesado. En 1659 se le documenta en Cartagena de Indias cuando con un barco de su propiedad sale en busca de un pirata ingles sin interés ni paga alguna. Vuelve a España y de aquí pasa a Flandes como capitán de corazas (8-X-1661), donde estaba otro tío suyo, D. Esteban de Gamarra, un personaje extraordinario. (14)
D. Esteban de Gamarra serviría más de 48 años en Flandes, a donde había llegado en 1624, su carrera abruma: capitán de caballos corazas, sargento mayor, teniente general y general de la caballería, maestre de campo general y castellano del castillo de Gante, para acabar siendo embajador en Holanda. Muere en 1672, y antes escribe al Consejo de Indias presentando sus servicios para que en consideración a ellos hiciesen merced a D. Diego de un puesto político-militar. En Hellín ha sido olvidado, pues no es citado por Antonio Moreno García en su obra Gente de Hellín, si en cambio unas pocas líneas a su sobrino Diego (Moreno García). Gracias a sus gestiones, el 26-VII-1675, Diego sería nombrado alcalde mayor de San Salvador, donde fallecería alrededor del año 1690 sin descendencia. Aun así, él tendría que pagar a la Corona 4000 pesos por el nombramiento. San Salvador era la capital del Reino o Capitanía General de Guatemala, capital de la actual república del Salvador. Durante su gobierno debe hacer frente a incursiones de piratas.
D. Diego Gamarra volvería a Hellín en 1671, 27 años después de su partida, a hacer una información de nobleza, pues había sido nombrado caballero de la orden de Santiago en recompensa por sus servicios. Solo uno de los testigos nos da una sucinta descripción de su aspecto físico, es hombre de buena estatura, de barba castaña. (15)
En Jumilla se conocían muy bien sus andanzas, pues en Panamá estaba un clérigo jumillano, Antonio Jiménez Notal, y en sus cartas a familiares jumillanos les hablaba de Diego, que lo visitaba cuando estaba en esa ciudad. Y en los pocos años que está en España vivía en Madrid, en donde ayuda al concejo de Jumilla, actuando como representante suyo ante los Consejos (carta de poder, 8-V-1673). Y hasta bien entrado el siglo XVIII la vieja casona familiar de los Fernández del Castillo era conocida en Jumilla como la casa de Gamarra.
Diego poseía bienes en Jumilla que habían sido vinculados por su bisabuelo, Ginés Fernández del Castillo, y ahora quedaban sin dueño, tal había sido el quebranto biológico de este importante linaje jumillano. Sus hermanas habían muerto doncellas, y el mayor de los hermanos, Juan, a quien correspondía el vínculo por vía de mayorazgo había muerto igual que su hermano en Indias. Su tío abuelo, el licenciado Martín Fernández del Castillo, había marchado en 1629 a ejercer el oficio de corregidor en tierras andaluzas: Bujalance, Montilla y Pliego, no volviendo jamás a Jumilla. Y su descendencia andaluza había olvidado la existencia de este vínculo. La casa familiar, un magnifico caserón en la calle del Convento, junto a la plaza de Abajo, estaba ocupado por los administradores de los marqueses de Villena, que la utilizaban como vivienda particular. Por fin, a finales del siglo XVIII, una rama del exuberante linaje Pérez de los Cobos se agregaría el vínculo de los Fernández del Castillo en base a una información genealógica harto confusa y plagada de errores, que conseguirían avalase la Real Chancillería de Granada.
CONCLUSION
Jumilla siempre ha sido un pueblo bastante homogéneo socialmente, sin grandes diferencias de riqueza entre sus vecinos, y así ocurría en el siglo XVI, lo que no excluye que existiese un reducido grupo de ellos, que podríamos denominar con propiedad, elite local, perfectamente diferenciado del común de los vecinos. En el siglo XV la habían conformado grandes ganaderos, que en el XVI continúan en el vértice de la sociedad jumillana, aunque habían ensanchado sus bases materiales. Jarros de agua, inmuebles, tierras en la huerta y roturaciones para tierras de siembra en el secano. La elite se torna más amplia con la incorporación de mercaderes foráneos que se asientan en Jumilla: Lázaro Monreal, Palencia, que más tarde daría lugar a una saga de escribanos; los clérigos locales, que pasan de tres en 1452 a 8 en 1536, y a 30 a finales de siglo. A ellos habría que sumar los escribanos. Muchos de ellos se convierten en familiares del Santo Oficio, como medio de distinción y separación del resto de vecinos.
En suma, son un reducido grupo de familias que tienen en sus manos: influencia, riqueza y prestigio. Tienen conciencia de grupo, acceder a la elite era muy difícil, herencia y matrimonios ventajosos eran la mejor fórmula; ahora bien, mantenerse, lograr que esa posición social se reprodujera en su descendencia era azaroso. Del seno de la elite local surgía la oligarquía que controlaba el poder local a través del concejo.
En el siglo XVI, los vínculos eran una rareza en Jumilla, los padres partían sus bienes con mucha justicia entre todos sus hijos por igual. Un vecino podía ser un personaje importante, oficial del concejo, pero una descendencia numerosa, que era muy frecuente en Jumilla en la segunda mitad del siglo XVI, hacía que sus descendientes se desclasasen con facilidad. Y es que la movilidad social existía en Jumilla, mas, casi siempre en sentido descendente.
El cambio de centuria va a ser traumático para la villa de Jumilla, dos grandes epidemias se van a dar, 1599-1600 y 1605-1606, que diezman su población, perdiendo el 50% de ella, y dislocando por completo su estructura socioeconómica. Y es en este contexto, que se produce la llegada de los hidalgos forasteros provocando una aguda crisis política: la mitad de oficios. El caso de los Yarza es peculiar, pues su estrategia es callada, lenta, proyectan a largo plazo, pensando en la generación siguiente. Matías de Yarza contrae matrimonio en Jumilla (19-I-1598) con una mujer humilde de origen vasco, abre una tienda, y veinte años más tarde es alcaide del castillo y mayordomo del marqués de Villena, familiar del santo Oficio, administrador de un beneficio parroquial, acreedor del concejo, y del otro alcalde noble, D. Manuel Valcárcel.
Los hermanos Valcárcel tienen un perfil muy diferente, no se van al otro extremo de la corona de Castilla a progresar, sino al pueblo de al lado tras las ricas dotes de unas jóvenes herederas de los dos linajes más importantes de Jumilla en esos años. Hombres orgullosos, seguros de sí mismos, prepotentes, pertenecientes a un linaje poderosísimo de Hellín, asentado en Murcia desde hacía dos generaciones en el concejo y en el cabildo catedralicio. Sus enemigos en Jumilla que eran legión los retrataban muy bien, el suso dicho se abia casado en la villa de jumilla y bibia y hera vezino della, se jactaba y alababa de que hera hijodalgo de sangre y que benia y procedia de tales por baron y con favores y negociaciones y medios ylicitos que abia tenido y tenia con la justicia y regidores y oficiales del concejo de la dicha villa y otros vecinos de la dicha villa como eran sus deudos y los de su mujer avia pretendido y pretendía que se le diesen oficios del concejo de alcaldes ordinarios, de hermandad, regidores y otros del estado de hijosdalgo.
La llegada de los hidalgos forasteros a Jumilla viene a incidir en una problemática que llevaba décadas gestándose en la villa, la diferenciación económica que a ojos de todos, se estaba dando dentro de la elite jumillana, otrora tan homogénea en cuanto a nivel económico. En el paso de una generación, finales del siglo XVI y principios del XVII, mientras la mayoría de los linajes que componían la elite local sufría por mantener su estatus, algunos personajes más perspicaces, más enérgicos, muy pocos en realidad: Dionisio Guardiola, escribano, hermano del licenciado Guardiola, consejero de Felipe II, Diego Fernández del Castillo, mayordomo del marqués, dos Antón Pérez de los Cobos, primos hermanos, Bartolomé Abellán, síndico del convento de las Llagas de san Francisco, y alguno más, van acaparando el poder local. Despreciando las tradicionales fuentes de riqueza agrícola-pastoril, se lanzan al mundo de los arrendamientos de rentas: eclesiales, diezmos, no solo de Jumilla, sino de villas vecinas; municipales, aprovechando sus oficios en el concejo; los oficios más lucrativo, tales como administrador de las salinas reales, mayordomo del marqués, fabriquero de la iglesia de Santiago, administradores de los beneficios parroquiales, y por supuesto, recaudadores de todos los impuestos que sufrían los vecinos, de los cuales respondía la villa de forma colectiva. Y el fruto de sus operaciones, el capital que estaban acumulando, lo prestaban a sus convecinos en situación cada vez más apurada.
La sociedad jumillana a partir de la segunda mitad del siglo XVI está extraordinariamente endeudada, se pide dinero prestado mientras el patrimonio es capaz de soportar más hipotecas. Uno de los hombres capitales en esta época, Antón Pérez Cobos, un campesino que apenas sabía firmar, empieza su andadura vital como hombre adulto en la década 1570-1580, con una casa cargada con tres hipotecas y unas pocas tahúllas de tierra en la huerta. Cuarenta años más tarde, era el hombre más rico de Jumilla, y casa a su hija con Francisco Valcárcel, que recibe como grueso de la dote 70 contratos de censo contra vecinos de Jumilla. Energía, tesón, falta de escrúpulos le habían llevado a ese lugar, y no era hombre que le gustaran los oficios municipales. Ese lugar lo ocupaba su primo hermano del mismo nombre, que luego pasaría a usar el Guardiola como segundo apellido para honrar a su tío el consejero Guardiola.
Si seguimos a Antón Pérez Cobos vemos el recorrido que sigue una facción de la elite local que le llevara a lograr la reproducción social del linaje a través de su descendencia en el curso de tres generaciones: 1º Antón Pérez Cobos, pechero, campesino esforzadísimo, hombre sin escrúpulos, que no gusta de oficios en el concejo. Vecino rico; 2º D. Francisco Pérez de los Cobos, su hijo, hombre de negocios diversos, en especial la explotación de la barrilla y su comercialización por gran parte del sur del reino de Castilla. Uno de los hombres más ricos de todo el reino de Murcia. Obtiene una Ejecutoria de Hidalguía; 3º D. Francisco, D. Nicolás, y D. Antonio Salvador Pérez de los Cobos, sus nietos, caballeros de Santiago, regidores de Murcia, administradores de la renta de millones del reino de Murcia, procuradores en Cortes, etc.
Los Pérez de los Cobos, en su momento, al igual que otros linajes, Fernández del Castillo y Abellán, se adaptan bien al sistema de mitad de oficios, aunque parezca que han perdido el poder en el concejo, por su estrecho parentesco y relaciones con los Valcárcel, que copan con los Yarza los oficios municipales, y dejan que sean el resto de linajes los que se desgasten luchando política y judicialmente contra ellos. Y solo cuando ven a D. Manuel de Valcárcel aislado en el concejo se deciden a dar un golpe maestro y tomar ellos el control. D. Francisco Pérez de los Cobos, a través de su hija, la futura señora del estado de la Guardia, firma una escritura comprometiéndose a cubrir todos las costas y perjuicios que sufriesen los oficiales del concejo ante la justicia, por admitirle a él, a su cuñado, licenciado Pedro Cutillas, y a unos cuantos familiares y coaligados en el estado noble para automáticamente gozar de la mitad de oficios. Ellos mismos, como autorizados legisladores se declaran nobles, descendientes de los 80 caballeros conquistadores que habían venido con el Infante don Fadrique a conquistar Jumilla cuando esta pertenecía a la corona de Aragón. Y de paso, arrojar al resto de linajes, que históricamente habían dominado el concejo al estado general o pechero.
La mitad de oficios había llegado a Jumilla para quedarse, y sería una fuente de conflictos interminable hasta bien entrado el siglo XIX. El azar ayudo mucho a estos linajes triunfantes en la pugna por el poder local en Jumilla, pues si los Yarza y los Valcárcel hubiesen tenido más fortuna con su descendencia, sin duda alguna, hubiesen enraizado en Jumilla, como ocurrió con los Yarza en las vecinas Yecla y Cieza. Por igual, los todo poderosos Fernández del Castillo, que habían dominado la política local durante tres generaciones, al abundar en su descendencia las líneas femeninas desaparecen por completo del concejo. El último representante de esta estirpe, el licenciado Martín Fernández del Castillo, regidor noble en 1627, abandona Jumilla por esas fechas a servir S. M. como corregidor por tierras andaluzas, y ya no volvería a Jumilla. Es ahora, con el espacio despejado cuando empieza el poder e influencia del linaje Pérez de los Cobos, que ha llegado hasta la época contemporánea.
NOTAS
(1) Arch. Real Chan. Valladolid, Registro de Ejecutorias. Caja 1418.
(2) Arch. Real Chan. Granada, Ejecutoria de Hidalguía, 4613-27.
(3) Archivo Histórico Nacional, OM-CABALLEROS SANTIAGO, Exp. 32.
(4) Arch. Real Chan. Valladolid, Sala Hijosdalgo, Enero 1605, Caja 1661.7 y Arch. Real Chan. Granada, Ejecutorias de Hidalguía, 4597-2. Es muy frecuente en los testamentos jumillanos encontrar reconocimientos de deudas contraídas por compras en su tienda. Año 1605, Juan Cutillas debe a Matías de Yarza 10 reales de una vara de tafetán negro. Año 1604, Ana Hernández debe a Matías de Yarza 280 reales de cosas de su botica.
(5) Archivo Municipal Yecla. Protocolos Notariales Jumilla, Escribano Pedro Pérez Navarro.
(6) Arch. Real Chan. Granada, Sala 3, leg.996, nº3.
(7) Estas dehesas serán la base la hacienda municipal de Jumilla hasta mediados del siglo XIX cuando se enajenan en el proceso de desamortización de propios. En el siglo XVIII rendían una media de 14000 reales anuales, y eran los únicos ingresos del concejo. Se han medido, 12800 fanegas (13440 hectáreas). Magnificas tierras: fondos allanados de cuencas endorreicas y piedemontes de suaves pendientes, donde hoy se asientan los mejores viñedos del municipio. Son la base de la gran propiedad agraria contemporánea.
(8) Sus dos hijas de uno y dos años de edad han fallecido. Renuncia a la administración de los bienes de su marido. Leg.33, exp. 1. Profesa en octubre de 1620, leg. 33, exp. 5. Archivo Municipal Yecla. Protocolos Notariales Jumilla.
(9) Arch. Real Chan. Granada, Ejecutorias de Hidalguía, 4607-2.
(10) A.H.N. CONSEJOS 28024, Exp. 1 y A.G.S. CC, leg. 1800, f. 5 en lo relativo al perdón.
(11) Arch. Mun. Yecla, Protocolos Notariales Jumilla, Leg. 68, Exp. 2 (3-VI-1628).
(12) Aún se declara vecino de Jumilla. Escribano, Diego López Valcárcel.
(13) Arch. Mun. Yecla, Protocolos Notariales Jumilla, Escribano, Tomás de Salamanca, Leg. 76, Exp. 8, (16-XII-1642).
(14) Aparte de formalizar un nuevo censo, formaliza reconocimientos de censos antiguos por parte de vecinos de Jumilla. Es decir, se trata de préstamos antiguos de la época de su abuelo, que siguen sin ser amortizados, y los herederos de los primitivos signatarios, reconocen que el préstamo sigue vivo y la renta anual, la pensión, que dicen los documentos, que están obligados a satisfacer anualmente. Leg. 76, Exp. 8.
(15) A.H.N. INDIFERENTE, 123, Nº 91, relación de Méritos.
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